XI Dame a cantar nomás. Que me liberesde la urbe bulliciosa y me trasladesfuera del templo de los mercaderesal reino de las vastas soledades. Allí
Autor: Antenor Samaniego
XII Meditativamente contemplo el mar inmensoMar y cielo parecen en duelo, en un desquitede púrpuras y cadmios. Crinadas olas. Piensoen Grecia y rememoro Neptuno y
XIII Lo vi pasar. El campo era de estío.Primaba el cobre; el oro se extinguía.La brisa de rosales se ceñía.Lejos gemía zigzagueando el río Lo
XIV Adentro …Pudo ser la ciudadelamás bella del amor, ser el castilloceleste como el corazón anhela,de porcelana y mármol y ladrillo. ¡No pudo ser jamás!…El
VI Rosa amarilla, rosa de oro, rosala que florece en mi jardín, y al vientotransmite su fragancia, dulce alientono sé si de ángel o de
VII Adentro un mundo mágico se me revela y poco eslo que transcribo afuera, lo que materializo.Sufro de abulia. Hay días largos en que no
VIII Mi vida, gris y opaca, se deslizasin luz ni brillantez ni resonancia.Se borra mi pasado a la distancia.Mis rosas…un puñado de cenizas. Desierto. Soledad…Me
IX Ya nada me entusiasma ni me alegra.Emigro, yerro, voy, siempre errabundo.Mi vida ni se asocia ni se integracon la brutal política del mundo. Mi
II Alma, ven conmigo. La tarde nos llama.Mira en el crepúsculo esas suavidadesde oros y carmines: luz que se derramasobre los alcores, campos y heredades….
III Alégrate, alma mía, pincela, canta, escribe,besa las rosas varias de tu pequeño huerto:tírate sobre el césped, cara al sol, y recibesus rayos, pues el