I
ASI, sobre la tierra enrojecida,
de rosas guarnecido en el estío,
así, de orugas dulces, y aun con vida
ebrio del vino de este reino mío…
I
FRESCO lugar con frescos melilotos.
Ovejuna congerie del aprisco
saliendo, avante, paralelamente
al sol que desde añosos alisales
dardea con abuelo amor; salpica
onzas de fina luz y enamorisca
a la pastora adjunta al totorillo
que exulta sobre márgenes de arroyo.
Eleva poesía a los que lloran,
aquel anciano válido
además del dolor y el agnomento
de «zorro» que se quita la pitaña;
aquel albañilcito hijo de negros,
a la pendanga alcohólica, al injerto
provincial, costanero, que se burla
de la baya gallina ponedora.
¡Oh, poesía, flor que en el horario
rielas tu luz bonísima, nosotros
amámoste, yo en especial, selvígena,
medulando en tristeza y en angustia
caligionosa, oh, sílfide inefable!
Te amo en amor contrito, a buen recaudo
y autónoma alma mía… ¡Danos eso
que llamamos eternidad, poesía!