Tu cabeza en la tarde opalescente
reclinaste en mi pecho adolorido,
y convulso, vacilante y vencido,
te dijo mis secretos dulcemente,
Fundirme en un beso
y mi alma sintió
el sublime exceso
febril del Amor.
Surgió una onda fugitiva sobre el agua
y sentí tu mano
resbalar sobre mi efervescente cuello,
mientras que tus ojos
cubiertos por tus párpados dormían…
Y, se hizo la luz.
Selene plateó la campiña dormida,
el ramaje arrulló canciones dúlcidas,
y tú, fugitiva,
dejando el lecho y las flores te perdiste.