(A José Jiménez Borja)
I
Mañana se iniciarán
los patronales festejos.
Se está adornando la tarde
con sus mejores luceros.
Cuatro de Agosto en Sicaya.
Va y viene cantando el viento.
Santo Domingo el patrón
llena de rosas el cielo.
-Cachimbos, toquen bien fuerte
hasta que tiemblen los cerros;
sin descansar y bien alto
lanza tus cohetes cohetero-.
-El prioste ordena en su casa
pero yo mando en el pueblo:
¡que el viento se vista de hombre
para tocar sus cencerros!
-¡Qué vengan todos, qué vengan,
vengan la pampa y los cerros,
habrá esta noche castillos
frente a los muros del templo!
La noche sobre la plaza
hoy ha de abrirse los senos
y ha de rociar como flores
estrellas por todo el suelo.
¡Miren ustedes las casas,
miren la torre!, ¿no es cierto
que como un lirio de nácar
está brillando en el cielo?
¡Qué campanario feliz
el mío que está rompiendo
con sus badajos de plata
el bloque azul del silencio!
Y van las mozas y mozos,
estos cercando de fuego
las urpis de oro que aquellas
tienen temblando en pecho.
Algarabía en las nubes
de ángeles que hacen sahumerio.
Hasta el ramal de los astros
suben madejas de incienso.
Las gentes van y regresan
por un camino de sueño…
¡Santo Domingo de rosas
engalanando está el cielo!
II
Cuatro de Agosto
ya está en las calles;
azul entre ópalos
el cielo se abre;
voces de bronce
rasgan los aires;
llenos de pisto
las gentes salen;
bailan colores:
-granada y gualte-
cantar de fuego
salta en la sangre;
mercaderías
la plaza invaden:
ollas y pitos
bajo el sol arden.
-Lechón y caya
venga compadre
nos serviremos
por cinco reales.-
Albos sombreros
flotan como aves.
Y van y vienen
por todas partes
enmantilladas
y con donarie
rumbo a la misa
jóvenes huamlas…
¡Qué guaragüeras
en sus modales!
¡Qué cosas dicen
con sus andares!
La banda eleva
sonoros bosques.
La procesión
sale y recorre…
Manos de niñas
derraman flores…
Cánticos de oro
granan las voces…
Pétalos llueven
de los balcones…
¡La fiesta embriaga
con sus colores!
-Santo Domingo
¿quieres venir
a que tomemos
chicha de maní?
Pasa la tarde,
llega el toril.
Toros de sombra:
-gualda y rubí-
pisando el cielo
van a venir,
pero esta noche
hay que reír.
-Baile compadre,
báilese así
como yo bailo
con mi alhelí.
-Toril bandido
con tus tonadas
me estás quemando
ya todo el alma-.
¡Qué ganas tengo
qué grandes ganas
de ir a la luna
para invitarla
a que se baile
con mis paisanas
sobre las hierbas
de esta mi plaza!
III
Tanto ha bailado la noche
metida con los tunantes.
Todos decían: «Quién es
esta mujer atorrante…»
Como ninguna tenía
los ojos negros y grandes.
Y con nosotros se estuvo
también el viento borracho
arremangando lulipas,
besando muslos de nardo…
Coca mamacha estuvimos
chacchando en rito solemne,
tomando arrobas de pisco
pa zapatearnos bien juerte.
Para mirarnos bajaron
un poco más las estrellas.
Nos envolvía la luna
jugando con sus dos trenzas.
Y así llegó la mañana
con las mejillas ardiendo.
Me dicen, por confusión,
que se embriagó de luceros.
Ahora en la plaza se apresta
el sol a ver la corrida.
En los balcones de Ruiz
hay un jardín de divisas.
Ya la alegría explosiona
como corolas de fuego.
Al resonar el clarín
se lanza un toro en el ruedo.
Tiene en el lomo una enjalma
temblando igual que una estrella.
Las mozas entran bailando
y le echan dulce y galletas.
-Espera toro, no tengo
ni capa con qué torearte.
Embiste ahora, en mis manos
luzco el clavel de la tarde.
El toro viene y me embiste
con sus pitones fatales.
El sol se anima y se lanza
y rueda manando sangre.
Otro después y al fin seis
y nadie ha visto que tiene
en esas astas en punta
sus negras hoces la muerte.
Ya terminó la corrida,
el baile empieza de nuevo
y la lujuria abre surcos
de llama en todos los pechos.
¡Santo Domingo, ayayay!,
¡qué fiesta más estupenda
y tú te vas bostezando
por un camino de estrellas!
¡Quédate, Santo Domingo,
-perdona mi atrevimiento-
al año sólo una vez
por ti se goza mi pueblo!