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Silvia y Doris, hijas de Antenor Samaniego y Ruth Ramos no sólo testifican con su presencia el legado de la poesía a la vida. Son el fruto del amor y esfuerzo de un hombre que se hizo grande, que las nutrió con sus enseñanzas y valores. Fueron las primeras alumnas que formó el poeta, el maestro, el hombre que desde niño luchó por sus ideales. Ambas tienen mucho que contar del padre, sin esa aureola que a veces colocamos los hijos cuando idealizamos al ser que nos trajo al mundo. Cada una presenta una visión, que complementa con la otra, para conocer más íntimamente a este vate de América.


SILVIA:
Silvia es la hija mayor. Notaria de profesión. Una mujer que logró con éxito cumplir sus metas. La mejor alumna de un padre de quien recuerda sus sabios consejos, sus enseñanzas para escribir y hablar correctamente,además de otras importantes lecciones de vida.

«Nuestro padre era una persona que, a pesar de no haber nacido en una ciudad con costumbres citadinas, como solía decir, se pulió mucho. Estudió en el hablar correcto, en el caminar, en el vestir, en el baile.Gustaba comer bien y sabía de licores.Muy orgulloso de decir que hablaba el quechua y que era serrano. Tenía muy buenos modales, era muy fino. Un caballero en toda la palabra, se levantaba para cederle el asiento a una persona mayor, cuando llegaba una mujer,le retiraba la silla, le daba el pase, abría la puerta del auto, muy atento a todo. Empleaba muy bien el lenguaje. En casa, siempre nos corregía. Se reía mucho cuando encontraba fallas. Siempre nos decía que el adjetivo calificativo debía ir al lado del sustantivo, y eso es algo que nunca se nos va a olvidar. Recuerdo que una vez, leímos un aviso que decía:»Se vende leche de vaca fresca». Entonces él nos preguntó: ¿qué es lo fresco, la vaca o la leche? Ya ven, el adjetivo tiene que estar pegado al sustantivo, que es leche. Se reía mucho y nos enseñaba.Era difícil tener un papá así,pero luego eso nos servía. Ahora que soy Notaria recuerdo mucho sus enseñanzas. Yo aprendí a redactar mis informes. Cuando estudiaba los traía a casa y él me los corregía. Nos enseñó a escribir y a hablar correctamente. Corregía con mucha delicadeza, para que no nos sintiéramos mal. Papá eraun hombre sensible. Se enternecía hasta las lágrimas. Un ser muy sensible que le escribía a la naturaleza, al amor. No temía demostrar sus sentimientos. Siempre sencillo,amable con todos, sin excepción. El se hizo de abajo y eso es algo que no perdió de vista. El decía que el hombre cuanto más sabio es más sencillo y citaba como ejemplo a Julio C. Tello. «Es uno de los pocos sabios del Perú y se distinguía por su sencillez. Así hay que ser».

Siempre se fijaba metas. Gustaba alimentar su espíritu con linda música, pintaba,esculpía,escribía mucho….disfrutaba del arte en sus distintas manifestaciones,los caballos, los toros, los gallos, el folclore. Fue uno de los primeros impulsores del folclore. En la Universidad Villarreal estableció el curso de folclore, programaba desfiles y organizaba concursos. A casa,venían unas ahijadas que bailaban en Perú Negro y posaban con sus vestimentas para que él las plasmara en sus lienzos.

Tuvo amistad con Ramiro Prialé, Armando Villanueva del Campo,Víctor Raúl Haya de la Torre, a quien admiraba. El también fue víctima de la persecución aprista y perdió trabajos por sus ideas políticas. Contaba que para entrevistarse con Haya de la Torre,tenía que desplazars de una casa a otra, incluso con los ojos vendados. El se consideraba aprista de corazón, no de carnet. Decía que no lo necesitaba para ser aprista. Por sus ideales perdió trabajos. Yo recuerdo que por esa época mamá trabajaba y que un día salió un aviso para un puesto de docente en el Colegio Militar Leoncio Prado y él se presentó. Yo lo acompañé. Era pequeñita, tendría unos dos años. Mi mamá me había puesto un vestido rojo hecho por su hermana y como era gordita se me veía graciosa. El director de esa época estaba con su esposa y ellos no tenían hijos. Cuando ella me vio se encariñó conmigo y le dieron el trabajo. De alguna manera fui su amuleto, su conejito de la suerte. También enseñó en otros colegios, decía que había nacido para ello.

Fue muy triste cuando enfermó. Mantuvo mucha privacidad al respecto. Su mal se descubre cuando regresamos de un viaje a Europa a mediados de1981. Mis padres y yo– junto con mi esposo- salimos de tour y nos reunimos en España donde vivía mi hermana Doris.Fue un encuentro familiar. Como a los dos mesesde retornar a Lima, por el mes de octubre, papá enfermó de una bronquitis y no la podía superar. El médico le puso antibióticos, pero no cedía. Llamaron a otro especialista, quien luego de algunas pruebas dio el diagnóstico final: leucemia. Nos pusimos de acuerdo para no decirle nada a papá y evitarle que sufriera más, pero después nos enteramos que él sabía lo que tenía y no nos lo dijo por las mismas razones. El nunca se quebró delante de nosotras, siempre se mantuvo tranquilo,no quiso hacernos saber lo que sentía, para no darnos dolor. Y nosotras tampoco. En un año de tratamiento, con quimio y radioterapia, en que incluso siguió trabajando en la Universidad Villarreal, sufrió una complicación gástrica, una hemorragia y falleció el 5 de enero de 1983.

Mi papá me decía que debía ser notaria y en ese momento no le escuché. Le decía que no estaba preparada para ello. Un año después de su muerte, cuando ya era notaria , una de las profesoras que lo conocía me dijo que mi papá se sentía muy orgulloso de mí. Nunca me lo dijo ni se lo dije yo tampoco a él. Se lo dije en su cajón. Le expresé cuánto lo amaba».

DORIS
Doris es la menor de las hermanas, una próspera empresaria dedicada al turismo y al rescate de la historia . Una mujer incansable para lograr sus objetivos, muy orgullosa de su pasado y raíces, «eso lo heredé de mi papá»,dice y al recordarlo sus ojos brillan y la voz se le entrecorta.

«A papá le gustaba mucho participar en las labores de la casa donde vivimos. Recuerdo que cuando se construyó, mamá hizo las cortinas,y él colocó los zócalos, ayudó a poner los pisos, a decorar los ambientes. Conocía de carpintería,gasfitería, electricidad,tenía sus herramientas, hacía reparaciones. Era tan sensible, tan solidario. Recuerdo que cuando compraron un terreno junto a la casa de Pueblo Libre y él, no obstante ya ser un hombre reconocido, se bromeaba con los obreros y a la par trabajaba con ellos. Los trataba con aprecio, con consideración, no era ajeno a su situación económica. Para él todos eran iguales. Por haber surgido de abajo no menospreciaba a nadie. Pese a haber llegado lejos,por su propio esfuerzo, nunca olvidó sus raíces. Esto contribuyó en nuestra formación.

Era un ser generoso, disfrutaba mucho ayudando. El nunca tenía carencia de tiempo. Siempre cumplía como papá, esposo. Trabajaba en horarios partidos y como era costumbre,almorzábamos juntos a las 12.30 del día. Luego cada uno se iba a realizar sus obligaciones, nosotras al colegio y él volvía a su trabajo.A las siete y media nos reuníamos nuevamente en torno a la mesa. Los horarios eran respetados y estrictos. Después ya venían las horas de tarea. Mi hermana y yo en nuestros dormitorios y papá y mamá preparando sus clases escolares para el día siguiente, pues los dos eran profesores.

Mi padre se encerraba en su biblioteca para escribir y escribir hasta altas horas de la noche. Sólo subía a sus habitaciones cuando mi madre lo llamaba. Eso me despertaba, porque dejaba de sonar la máquina de escribir. Nada más hermoso para conciliar el sueño. Era tan dulce ese teclear de su máquina. Cuando tenía oportunidad, me escabullía en su estudio. Ahí veía su escritorio lleno de papeles,con su escritorio cubierto con un mantel verde, a la derecha sus manuscritos y a la izquierda los libros con anotaciones, con los cuales trabajaba sus textos escolares y tratados de literatura. Se exigía bastante, buscaba fórmulas para llegar mejor al alumno, elaboraba sus biografías, investigaba, redactaba una y otra vez, corregía minuciosamente,hacía sus cuestionarios, comparaciones antológicas, resúmenes de obras. En noviembre ya tenía los libros preparados para el siguiente año. Los editaba en la imprenta El Universo. El mismo cortaba las tiras de los textos, pegaba los fotolitos y yo le cortaba la cinta scoth . Cada página se armaba independientemente y luego se hacía el machote. Ya en la imprenta le daban las pruebas para corregir. Era muy perfeccionista con su trabajo. Recuerdo con tanta nostalgia el olor a imprenta, a libro nuevo, a papel.

Me gustaba mucho compartir este trabajo con él. Se ponía tan contento cuando salían las primeras ediciones,pues sabía que esos libros serían de gran ayuda para los escolares. Luego venía la tarea de marketearlo, en el mes de enero. Tenía un packard verde y en la maletera llevábamos los libros para regalarnos a los profesores de Literatura de los centros escolares. Recorríamos distrito por distrito, colegio por colegio. Sus libros se agotaban con rapidez, antes de comenzar las clases se sentía feliz con la tarea cumplida.
Mi hermana y yo hemos sido muy afortunadas. En casa teníamos dos luces. A mamá, que era una gran profesora, Doctora en Historia y Geografía que nos ilustraba con sus conocimientos del mundo. Y, papá que nos ayudaba a entender la poesía, la vida de Góngora, los estilos literarios, artísticos. Un privilegio inolvidable, que dejó huella en nosotras».

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