En la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Antenor conoce a la mujer que se convertiría en su esposa: Ruth Ramos Delgado,dama arequipeña de raíces clásicas y formada por las madres francesas del Sagrado Corazón,con quien compartiría el resto de su vida.

 «Tengo también mi Ruth espigadora.
Procede del volcán y del sillar.
Flor núbil de campiña labradora
– fusión de sauce, de clavel y azahar…»

Silvia y Doris, hijas de ese profundo amor, recuerdan cómo se inició esta historia cargada de romanticismo, que tuvo como escenario los claustros sanmarquinos.

«Mamá era más joven que papá y había ingresado a la universidad unos años más tarde. Cuando papá la descubre, decide matricularse en los cursos que llevaba ella, a fin de estar más cerca de su musa inspiradora, como solía repetir. A través de su pluma, nuestro padre conquistó muy pronto el corazón de ella, a quien le gustaba mucho como escribía, sin saber realmente quien era el que le enviaba los poemas. Hasta que finalmente, papá le confiesa sus sentimientos.Todo fue uno: conocerlo y enamorarse de él, aunque tuvo que hacerle la lucha para que se aplicara más en sus estudios, siguiera los cursos que le correspondían.»

Ruth Ramos Delgado vivía en Jesús María, en casa de su hermano mayor por parte de madre, Ernesto Benavente, quien era sacerdote. El religioso, que estuvo en Panamá por algunos años, al regresar al Perú viaja a Arequipa y decide hacerse cargo de la educación de ella y de su hermana Betzabé, a quienes trae a Lima para seguir sus estudios. El estar alejada de sus padres obligó a Ruth a depender de una vida organizada y hasta cierto punto, rígida, con responsabilidades tanto hogareñas como académicas. Levantarse muy temprano para preparar el desayuno, lavar la ropa del hermano mayor y otras a las cuales no había estado acostumbrada, que pusieron a prueba un carácter que años más tarde le permitió fundar su hogar, dinamizar su crecimiento, obtener el doctorado en educación e impulsar la carrera del que sería su esposo.

Acorde a la costumbre de esa época, el enamorado Antenor no podía frecuentar la casa de la joven. Al salir de la universidad la acompañaba hasta una cuadra antes, por temor a ser vistos por el hermano mayor. La noticia del romance se la dan cuando toman la decisión de casarse. El sacerdote les indica que deben viajar a Arequipa para solicitar la autorización ante sus padres, don Rosendo Ramos y doña María Delgado, y así cumplir con las formalidades de la pedida de mano.

«En vista que el abuelo Carlos no podía acompañarlo papá se preguntó qué podía hacer y viaja solo a Arequipa, con la esperanza que algo sucediera a su favor. Estando ya en la Ciudad Blanca y ante el requerimiento de acudir a la casa de la novia en compañía de una persona mayor, le pide a su amigo Francisco Palomino, con quien se encuentra casualmente en la ciudad, que sea su acompañante, a fin de cumplir con las formalidades. Contaba papá que cuando se encuentran, al fin pudo respirar tranquilo. Luego del saludo protocolar, Palomino le pregunta «¿a que has venido a Arequipa, a comprar papas?, a lo que él contesta, entre risas: «Sí, a comprar una linda papita y te necesito para ello». Fue así que el profesor, un poco mayor que él, lo acompaña a la casa de la novia, en Chiguata, un poblado a 27 km. de Arequipa».

En esa época, la carretera no era lo que es hoy, que se puede ir al lugar en menos de 30 minutos. El viaje duraba entonces cerca de tres horas. Según recuerdan las hijas de don Antenor, su padre les contó que la pedida fue muy formal. El padre de la novia, les explicó que ambos ya eran profesionales, que él no podía oponerse a lo que habían decidido, pero eso sí, les recalcó que el matrimonio era para toda la vida. Conceptos que el poeta repetiría luego con sus hijas.
«Nuestro papá refería que él trató de agradar mucho a la familia de su futura esposa. La primera comida que le sirvieron, a la costumbre arequipeña, llevaba mucho ají. Era un rocoto relleno muy picante. Como quería quedar bie con su futura suegra, no le quedó otra que comerse todo…»

Antenor Samaniego y Ruth Ramos se casan el 19 de marzo de 1947 en la Iglesia Santa Marta en Arequipa. Fijan su residencia en Lima y por un tiempo viven en casa del tío sacerdote, con quien el joven poeta se identifica plenamente, pues además de ser un hombre muy culto, era profesor, abogado, doctor en Derecho Canónigo, escritor y músico. Ahí vivieron un par de años y luego, con sus ahorros,compraron su primera casa, en Pueblo Libre.

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