Si conocer esta tierra
pretenden, yo les invito;
vengan no más, para todos
tenemos bastante sitio.
Recibiráles el alba
con su guirnalda de lirios,
el viento con sus arpegios
y con pututos los ríos.
Venga, aquí, a estas vegas
de todos y de patitos,
de vados en que los astros
se miran como narcizos.
Iremos por entre cáctus
o entre quinhuales o alisos
mientras sus taquis nos digan
las vacas y los novillos.
Este aire de maravilla
respiren hondo conmigo;
hagan manojos de estrellas
con las espigas del trigo.
Mójense como me mojo
los pies con fresco rocío
huelan a trébol y alfalfa
y masquen ocas y huiros.
Tiéndanse como me tiendo
a las orillas del río
desnudo sobre la arena
como un menúfar sombrío.
Oigan de noche el concierto
raro y sutil de los grillos
y las guitarras que ambulan
con su cantar forajido.
Aquí las risas caminan
de brazos con los suspiros.
Aquí el puñal en el pecho
se duerme como en un nido.
Aquí la luna no es luna
sino mujer sin corpiño…
Bailando llega a las calles
y éstas le dan de mordiscos.
El viento cuando cantamos
es el mejor enemigo:
pues se conquista a las flores
en menos de cuatro brincos.
Aquí los astros semejan
corolas en un abismo;
aquí el amor se abre en rosas
sobre el huesal del olvido.
Digan después de esta tierra
que otra mejor nunca han visto;
mejor, aclaro, en paisaje
y corazones sencillos.
Mejor en sangre que corre
entre feroces latidos
para tornar en geranios
hasta las lepras del limo.
Y a los que digan que no
o si mintiera yo mismo,
que el viento venga a enseñarnos
en su academia de trinos…