Colón. Clavado está sobre la popa
con la rara actitud del visionario.
Convulsionada agítase la Europa:
perplejo el ceño, el gesto lapidario.
Colón. Bajo el azul parece un ave.
Parece el águila del cielo iberio.
Loco le dicen… Y ese loco sabe
que más allá del mar hay un misterio.
Mira el sinfín con ojo inquisitivo.
Arde en su corazón un fuego ignoto.
Como Jasón o Ulises el argivo
está soñando algún país remoto.
«¡Detente! … ¡Allá adelante está la muerte!»
se escucha que le gritan y él no escucha.
Ruge a sus pies el mar y ruge fuerte.
Y él hecho está al peligro y a la lucha.
Hierve la turba igual que una serpiente:
o alzan la cruz o invocan algún santo.
Y él no escucha el clamor de tanta gente
víctima del terror y del espanto.
Es terco e imperturbable. Veces hubo
en que le amenazaron con la daga.
El sólo con mirarlos los contuvo.
(Su vida que es de luz nunca se apaga).
Ese es Colón. Es el demonio mismo.
¿Qué afán le hace impugnar la propia ciencia?
¿Por qué ir contra la fe y el dogmatismo?
¿Qué significa tal irreverencia?
Y no da marcha atrás ni se arrepiente
La tempestad fulmina su cabeza.
El cruza el ancho mar, se va de frente
en tanto que el tropel se arrastra y reza…
Un monstruo, encarnación de la locura.
Sólo un loco es capaz de tal audacia.
¿Qué oculto dios aquél que le conjura?
¿Es verdad lo que siente o es falacia?
Días terribles de hambre y de miseria.
Noches terribles de «febril desvelo».
La turba estalla presa de la histeria
y escupe maldiciones contra el cielo.
De pronto una mañana… «¡Tierra! … ¡Tierra!»
grita el de Triana. El genovés vacila,
siente emoción, los ojos entrecierra
y una lágrima brota en su pupila.
Ese es Colón. Y suyo el triunfo. El solo
contra la adversidad libró la hazaña.
Un genio, aún mayor que Marco Polo.
Todo Occidente fue a través de España.
Santo profeta en ropa de marino
del que tal vez valiérase Dios mismo.
El develó el misterio, abrió el camino
de un mundo que se ahogaba en el abismo.
El destruyó la falta teoría,
los falsos ídolos, las falsas leyes…
La misma religión se estremecía
mientras temblaban príncipes y reyes…
Colón, gran argonauta y visionario,
cambió la faz del mundo y de la historia,
hendió el espacio igual que un sagitario
y perpetuó su imagen en la gloria.