Zambo matrero me llaman
todos los hinchas del barrio.
Famoso soy por matrero,
más todavía por zambo.
Igual que la mala hierba,
fui creciendo en el cercado,
abonado por el odio
y el desprecio de los blancos.
Yo no me puedo quejar:
era feliz de muchacho.
Estaba la dicha en mi alma
como la luz en los campos.
Hice mi reino en las calles
con mi pelota de trapo.
Fui el ronco de la gallada
y de los gallos, el gallo.
Mozo ya, con más quimeras
que razones en el caso,
perdí los sesos y todo
por una gila del barrio.
¡Qué guapa de rechupete!
Los senos… duros, gallardos.
Sus mejillas insinuaban
a morder, como duraznos.
Naides bailaba mejor
desde Santoyo a Malambo
los agua ´e nieves, los valses,
las marineras, los huaynos.
¡Patita, pa qué te cuento!
¡Qué ojazos sus dos ojazos!
Y en el baile, que meneyos
de su cintura pa abajo.
A toitos de la patota
nos tenía amercochados.
Desde sus ojos los ángeles
nos disparaban sus dardos.
Entró el amor en mi pecho
como un fuego endemoniado:
y aprendió ruegos y súplicas
la guitarra entre mis manos.
Las cuerdas se lo dijeron
lo que callaron mis labios.
A quienes la pretendían
los jui dejando de lao.
Pues, tratándose de ñeques
nunca ando corto de brazos.
Y manejando la chayra
nadie me iguala, ni el diablo.
Viendo ella que era su carne
vino y manjar pa los machos,
alzada y muy guaraguosa,
se hizo la flor del escándalo.
Diez leguas a la redonda,
pa ella jamás hubo gallo…
Mezquina no fue la suerte
al escogerme entre tantos.
La conquisté, no con oro
ni fabulosos regalos,
sino con honra y valor
que son tesoros sagrados.
Ella estaba hecha de alondas,
de magnolias y de nardos;
yo, de huracanes malditos,
de tempestades y rayos.
Un día, en la procesión
del Señó de los Milagros,
como un lobo muerto de hambre,
le echó el ojo un hacendado.
Ni a sol ni a sombra dejábala
-¡barajo con el ricacho!-
Seguíala por toitas partes
repantigao en su carrazo.
Una noche… ¡Horrible noche!
me avisaron lo del rapto.
¡Por Fray Martín … ahí mesmito
mil veces juré matarlo!
Me eché a buscarlo… El canalla
fugóse a Europa en un barco.
A ella le di las espaldas
y adiós le dije a mi barrio.
Sin corazón desde entonces,
desde entonces me he quedado,
con la tristeza y la pena
muy dentro como un taladro.
Por eso me ´icen matrero,
porque sin techo ni amparo
llevo una vida deshecha:
la vida de un hombre malo.