Malambo: ébano y marfil,
flor y pantano en el cielo.
¡Qué hermosas tus mulatitas!
¡Tus zambos, qué pendencieros!
Parques color de amancae
en ti las tardes diseñan,
y enamoradas las sombras
se visten de vivanderas
para encender sus parrillas
con brisas de las estrellas.
Jardín flotante de voces
y en el jardín qué fragancias:
choclos, pescaos y anticuchos
a orilla de las guitarras.
-¡Pásame la agüilla, agüilla,
negrita de rechupaya.
-¡Qué fuego se te ha metío
que estás quemándome er arma!
-¡Déjame, no bailes ya,
que m´ias dejao sin ganas!
Bajo ramajes de niebla
portones como escenario.
Besos y besos. Enjambre
labial que inunda el espacio,
mientras las manos aprietan
duras esferas de nardo.
Un chavetazo en el cielo
hirió de pronto a la luna.
¡Qué tole-tole, señor!
Alguien creyó que desnuda
corría la marinera.
-¡Mardita, seyas, penumbra
que mias segao los farole
en medio de tanta bulla!
-¡Marinerita, qué guapa,
qué modosita, qué andar
como quisiera contigo
tuita la noche bailar.
-¡Manito, mira ese taye
y esas caderas en flor.
Te digo que en sus ojazos
parece que aguaita el sol.
-¡Ay de ti, si te tuviera
entre mis manos, te haría
como a esa guitarra loca
gemir de gozo, bandida!
Suena un sopapo, y alondras
de risas alzan el vuelo.
La noche, bajo el parral,
revienta en astros y besos.
Malambo, ríete y báilate,
naciste para bailar:
de Pinglo, Saco y Ormeño
sus sombras contigo están.
Dulce madera que canta
entre paredes de adobe
que aroma el orín errante
rociado sobre las flores.
Reinado de la blasfemia,
negras corolas de sangre,
país de ficus que sueñan
belfos y axilas fragantes.
Juerguistas de mi Malambo
cántenme algún tonderito;
por fin la luna en mis brazos
rindió su cuerpo de lirio.
Y si no güelvo esta noche,
que digan en la chingana
que tras de una marinera
me jui pa Dios en cuerpo y arma.
Malambo, mambo, Malambo,
balumba de malambinas.
¡Qué pendencieros tus zambos!
¡Qué ricas tus mulatitas.