-¿Qué es América, pequeño?
Te pregunto y no contestas.
Claro. Pues, no la conoces.
Te respondo: es esta tierra
que nos sirve de morada.
¡Es hermosa y es inmensa!
A izquierda y derecha tiene
dos océanos que la cercan:
son dos egregios gigantes
que la circundan de perlas.
Es esta tierra plagada
de montañas y de selvas,
de llanuras y desiertos,
de costas algodoneras,
de médanos interminables,
de precipicios y sierras
en que las sombras se tiñen
de canelos y violetas.
Es esta tierra embrujada
en que crecen las palmeras
con albos troncos de nácar;
es esta mágica tierra
de arqueológicos vestigios,
de ciudades opulentas,
de sarcófagos sagrados
de inkas, mayas y aztecas,
de guacamayos polícromos,
de grandes ríos que reptan
blasfemando en los abismos
y llorando entre las piedras.
Tierra de alucinaciones,
de geografía frenética,
de cataratas que saltan
desde el cielo hasta la tierra,
de coraquenques azules,
de golondrinas sedientas,
de águilas ceremoniales
que con los astros conversan,
de todos que desafían
a las propias cordilleras,
de caballos que galopan
devorando las estepas;
esta tierra de basílicas
y murallas palaciegas,
donde la espada escribiera
misteriosas epopeyas,
donde hubo lances mortales
por el amor de las bellas.
Pues, esta tierra es América,
bella, perversa y siniestra,
tierra de altivos jerarcas,
de guerreros y poetas,
de corsarios y de monjes,
de heroínas y rameras,
de jayanes y de déspotas,
de bochinche y de pelea,
de devoción y pecado,
de bailes de zamacuecas,
de milongas y de tangos,
tierra de extrañas leyendas,
de algarrobos y copihues,
de heliotropos y violetas,
tierra de sismos violentos
que se tragan entre sus grietas
villorios y hasta ciudades…
tierra de piel epiléptica,
de zoología brutal,
donde el volcán se asemeja
a la pústula o la lepra.
Tierra que tiene por sangre
Petrolíferas arterias;
tierra que tiene por carne
el oro envuelto en candela;
tierra fatal y perversa,
tierra mala y tierra buena
de agresivos presidentes
-Napoleones de opereta-
que se valen del terror
cuando a sus siervos gobiernan.
¿Ahora sabes, pequeño
a qué llamamos América?
A este enjambre de naciones
unidas por una lengua,
y una sola religión
y un solo amor: la belleza.
Ama a esta tierra, pequeño,
tan pobre pero tan bella;
si gustas, te da el poder,
fortuna, gloria, riqueza.
Ayúdala a redimirse.
Sólo tienes que quererla
para que salga del lodo
y destroce sus cadenas
y al cielo levante, limpia,
la frente clara y serena.