Padre José Gabriel
Túpac Amaru Inca,
ya llegan los fatídicos caballos
y están temblando el corazón de tinta.
Son los caballos negros
que Satanás envía.
Sus ojos y sus fauces son de fuego.
Sus cascos de la tierra arrancan chispas.
Por el aire volando
como sombras malditas,
vienen haciendo estremecer los montes,
sembrando horror y desatando ruinas…
En sus raíces crujen
los árboles y gritan
levantando las ramas como brazos
en siniestra y dantesca pesadilla.
¡Qué hacer, Túpac Amaru!,
hoy que revientan la ira
del infernal Areche, ahora que salta
sobre los Andes, semejante a la Hidra.
Con los ojos en ascuas
hacia ti se encamina;
tú estás de pie, esperando el golpe artero,
como ante el fiero mar la isla altiva.
Todos te abandonaron.
Te abandonó la antigua
raza de Manco Cápac que ahora gime
triste y encadenada y de rodillas.
Te escupe el rostro España.
te escarnece y humilla,
mientras sus magistrados enmudecen
tras dictar la sentencia punitiva.
Nadie se atreve, nadie,
contra la cruel medida.
Ya la Imperial Ciudad está colmada
de multitud que hierve como hormigas.
Ya en el cadalso está
tu esposa, la Bastidas.
la insultan … Sin embargo está serena:
imagen viva de una diosa indígena.
Tu hijo también, Hipólito.
Los ojos que le brillan
hacen retroceder a los verdugos
como un rayo cayendo desde arriba.
Tú ves cómo los matan,
cómo los asesinan…
Y los párpados cierras, en silencio,
mientras el corazón se te encabrita.
¡Qué macabro espectáculo
aquél que todos miran!
Tras una nube negra el sol se oculta
por no mirar tanta maldad impía.
Padre José Gabriel,
Túpac Amaru Inca.
Y cómo a ti la lengua se la cortan
con manos miserables y asesinas.
Roja la sangre salta
de la mortal herida.
Brazos y piernas te atan con las sogas
y los diabólicos caballos tiran…
No mueres …Tú no puedes
morir. Y aún más se irritan
Areche y sus verdugos. Y por fin
con desesperación te decapitan.
¡Horror! Toda la plaza
se desbanda y delira.
Un raro helor el corazón aprieta.
Todo parece que se paraliza.
Se agitan los cimientos
de las moles andinas.
Hay alaridos en los precipicios.
Todas las cosas sufren como víctimas.
Ya consumada está
la sentencia fatídica.
En el cielo una voz se oye cual trueno:
cae la maldición sobre Castilla.
Cayó en tierra tu sangre
cual cae la semilla.
Pronto florecerán todos los campos
lauros de libertad en vez de ortigas.
Quisieron reducirte
en polvo y en ceniza:
mas cada gota viva de tu sangre
se transfigura en lámpara votiva,
Ya está toda la Patria
coronada de espinas,
desnuda, escarnecida, quebrantada,
llena de llagas, pero no vencida.
Otra vez, desde el polvo,
yergue la testa altiva
y de nuevo, lanzándose al combate,
alza el vuelo cual águila bravía.
Europa retrocede
y América se empina,
porque, José Gabriel, no fue tu muerte
la muerte, sino el germen de la vida.
¡Padre José Gabriel,
Túpac Amaru Inca,
ya las cadenas ruedan a la tumba!
¡Tú eres el Gran Patriarca de las Indias!