Apiñamiento infame de piedras de alabastro.
Basílicas sin álgebra de duendes y de endriagos.
Esqueletos de órganos de resplandores vagos.
Se diría que adentro habría estallado un astro.
Templo de un dios pagano – Saturno o Zoroastro-
que cientos de escultores, sufriendo los estragos
del trueno y el relámpago, labraron como magos
pilastras y retablos de los que aún quedan rastros.
Terrenal maravilla que se debe a las aguas
o a la cólera ardiente de Vulcano en sus fraguas.
¡Cuántas manos de orfebres se han lastimado en ella!
Hay ramificaciones confusas, infinitas.
¡Oh milagros de aquellas blancas estalactitas
que en las sombras refractan su corazón de estrella!