Anciano Coronel, puesto de hinojos,
la mano al pecho, temblorosa el alma,
yo te saludo, dándote el manojo
de la rosa, el laurel y la palma.
Anciano Coronel, cuando el chileno
con talón infamante y rostro fiero,
rasgó en Arica de la Patria el seno,
te alzaste ante el clamor del Perú entero.
Con un puñado de hombres a la mano,
firme la voz, y sin pensarlo mucho,
«¡Pelearemos!… -dijiste a Baquedano-
hasta quemar el último cartucho».
Fuiste a la inmolación con el coraje
del semidiós Aquiles. Y en el duelo
frente al furor del invasor salvaje
caíste estremecido al patrio suelo.
El tuyo fue un valor propio de dioses.
El sol palideció en el horizonte.
Gimió la Patria, y con dolientes voces
lloraron los abismos y los montes.
Cual cae el huracán el árbol fuerte,
caíste y contigo toda la esperanza
que alentaba el Perú. Y entró la muerte
cual tempestad de rifles y de lanzas.
Rodó la Patria al hondo precipicio,
vejada, ensangrentada, mancillada…
Cubriéronla de espinas y cilicios,
la atravesaron de puñal y espada.
Pero tu sacrificio generoso
sirvió de ejemplo a nuestros defensores.
Saltaron a luchar con alborozo
obreros, campesinos y pastores.
Siendo cadáver, fuiste en la defensa
un Capitán Astral. Tu nombre solo
alzóse como el sol en la vergüenza
y a América alumbró de polo a polo.
Anciano Coronel, por aquel hecho
de heroísmo sin par, yo te saludo.
También, para luchar, yo ofrezco el pecho,
ciñéndome tu nombre como escudo.
Que por la Libertad morir es gloria
y no el besar del siervo la cadena.
Tú eres el luminar de nuestra historia
y del Perú la imagen nazarena.
¡Salve oh gran Coronel! Para los grandes
penates de figura legendaria
cual lo eres tú, se hicieron nuestros Andes
el pedestal de excelsas luminarias.