Semejan las nubes crespones de sangre.
Los rayos solares adquieren figuras
de infausta visión.
Se estira, en silencio, la pampa lejana.
Levantan sus testas las ásperas sierras
bañadas de sol.

¡Preludios de muerte! … La piel de la tierra
se eriza y sacude violentos chispazos
al paso en tropel.
de recios caballos de cascos sonoros
que van cuesta abajo, mordidos de frío,
jadeantes de sed.

Ahí va Canterac. Los ojos de lince,
soberbio el talante y el gesto bravío…
Parece un león.
Al aire flamean los lábaros de oro.
Los hierros y aceros, cual dardos de fuego,
reducen al sol.

Centauros gloriosos de indómita raza,
progenie dilecta de Almagro y Pizarro,
de Candia y Cortés.
Naciones enteras, imperios y tronos,
de un polo a otro polo, rodaron en ruinas
debajo sus pies.

Por siglos y siglos pelearon sin tregua
y ahora se sienten gigantes y dioses
más grandes que el Cid
y avanzan, sin prisa, soñando de nuevo
las recias hazañas, las épicas lides,
las glorias sin fin.

De pronto el espectro del Inca se yergue
y se oye en el cielo, cual rayo instantáneo,
titánica voz.
Los brutos se espantan, detienen el trote.
Los bravos jinetes levantan los ojos.
Hay gran confusión.

Un águila pasa…Por otro camino,
un vértigo humano se lanza tras ellos.
O´Connor llegó.
Relinchan los potros y piafan salvajes..
Un bosque de sables desnudos crepita
igual que un ciclón.

Allí Necochea, con brazo de fuego,
montado en caballo más raudo que el viento
ingresa veloz;
perfora los pechos, derriba soldados,
arrastra estandartes, golpea, aniquila
en épica acción…

Un ruido siniestro de hierros que chocan,
corceles que fugan, jinetes que caen…
Gran duelo campal.
La sangre que brota de todos los pechos,
convierte en macabro jardín de escarlata
la escena infernal.

La espada de Miller teñida hasta el pomo,
semeja, en el aire, un bíblico rayo.
La espada de Braun,
como ante los muros de Troya, en la Ilíada,
la de Héctor, un día… se bate sin tregua,
se bate feroz.

Mas caen vencidas las huestes patriotas.
De nuevo se yergue una sombra fatídica…
Ese es Canterac.
Terribles le brillan los ojos. Parece
que de las oscuras entrañas del báratro
surgiera Belial.

Ya corren a campo traviesa los héroes
buscando salvarse de la horda maldita.
Ya Miller cayó.
Ya allá Necochea, la roja en jirones,
la carne surcada de rojas heridas,
la espada rindió.

De nuevo reinsurge la imagen del Inca
y allá, entre las nubes, cual Cristo, clavada,
se ve una mujer.
La Patria es aquella figura doliente.
Los ojos de un hombre la miran absortos.
Bolívar también.

Es Rázuri ese hombre…De pronto en la espalda
le crecen dos alas y vase volando
como un huracán.
Avisa a los Húsares…Prorrumpen en gritos.
Y aquello parece un vértido en llamas.
Ya van a pelear.

¡Galopan! … ¡Galopan!…..Corceles con alas,
centauros que vuelan, legión salvadora
con halos de luz.
Vestida de lampos la Gloria los guía.
Y se oye que crujen las bases del Ande
de todo el Perú.

De nuevo hay estrépitos de acero rabiosos,
De nuevo en el campo los charcos de sangre.
La lucha es atroz.
Y así como el viento derriba los árboles,.
la Muerte atraviesa sembrando cadáveres,
con todo furor.

Las huestes de España deciden la fuga.
Igual que un fantasma, muy pálido y torvo,
se va Canterac.
Las fuerzas patriotas galopan, galopan…
Los sables que empuñan se visten de pronto
de luz celestial.

Aquellos caballos que rajan la tierra
y aquellos jinetes más bravos que Neso,
los Húsares son.
Igual que una nube nimbada de Gloria,
escalan los Andes e ingresan de frente
de frente hasta el Sol.

La noche amortaja los cuerpos yacentes.
Envuelve el silencio la faz del planeta.
Hay paz y quietud.
Ya rotos los grillos después de tres siglos,
cual Lázaro nuevo, rechaza la tumba
y se alza el Perú.

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