Son sus formas: secretas ondas de misterio;
en ella están urdidas todas las cadencias
en suaves amalgamas. Ella es un imperio
de intocadas grandezas, de dulces magnificencias.
Es un áurea fontana de espigas luminosas
su cabellera blonda de ondas tumultuosas,
en cuyos regios surcos florecen los peinados
bajo el sol rubio de los días atesorados.
Amplia la tersa frente como un halo de luna
hecha de sueños tiernos, donde sólo navegan
ensueños de quimera, cual si en una laguna
navegasen azules visiones inconclusas.
Párpados ojerosos: rosales amarillos
besando los cristales de sus místicos ojos;
son todo, dulce azul de sugestionantes brillos
en los anhelos castos, y hasta en los enojos.
Galilea nariz, labios de frescor temprano
en cuyas hostias, los néctares campestres
melifluos se enconden, y cuyo perfume arcano
es la suave esencia de todas las rosas silvestres.
Cuello delgado y fino, medio transparente
como un friso templario para una flor eterna
hecha de magnolias o lises, de nieve o de cristal,
ebria de una blancura de Venus sempiterna.
Vírgenes senos: ánforas de sangre inmaculada,
temblando temerosos cual ánades heridos;
son mármoles sagrados de una vestal o de un hada
enjoyando un corazón, como un base de perfumes preferidos.
Manos como alas. Es el querube en los suelos
arrastrando su imagen hecha para el dolor…
¡pobre alma terrenal! ¿Cuándo subirá a los cielos?
y, camina y camina en busca de un dulce amor…