Cómo ha cambiado. No es la misma,
la amable criatura de gracia y candor,
ya en sus diáfanas mejillas
no se advierte el rosado pudor;
hoy se encuentran casi mustias, amarillas,
como esos lises que sólo son de un día…
Sus ojos no son como antes
puros, color de cielo,
claros y hechizantes;
hay en ellos una roja ardentía,
un centelleo vergonzoso de anhelo,
acaso de placer…