Es la mañana fresca y amorosa,
el despertar del día. Todo canta
una alabanza dulce y religiosa
que al espacio en una onda vaporosa
tan dulcemente casta se levanta.
La flor, aroma, esencias embriagantes,
tiembla el rocío, bullen las abejas,
y allá, entre los senderos serpenteantes,
los bueyes salen, corren anhelantes
y detrás se aproximan las ovejas.
Un potro de volante crin se lanza
libre, desnudo, esbelto y receloso,
y en su correr de helénica pujanza
por la campiña en floración avanza
relinchando con aire victorioso.
Y así la encantadora Primavera
con esa faz espléndida de un hada,
al cielo se prosterna placentera,
gozosa, toda cándida, a manera
de una virgen de amores extasiada.