Verde, tupida, fresca la totora
circunda las orillas de los lagos;
búrlase del invierno y sus estragos,
búrlase de la escarcha de la aurora.
Bruñe la insolación sus tallos rígidos
-ficción de inmenso estuche rojigualda-;
los lagos, minerías de esmeraldas,
chispean como dardos de oro frígidos.
La población palmípeda se mueve
y echa a valor en frágil disciplina
sus alas que pregonan luz y nieve.
Preludia cuando el viento la estremece;
se mustia si el inverno la carmina
y revive si el sol la reverdece.