¡Cómo nos duele contemplar la tierra
en orgías de sangre! ¡Cuánto duelo!
¡Cómo nos duele tanto! ¡cómo aterra
este huracán de gritos sin consuelo:
-Esta terrible tempestad de guerra-
Parece estar crucificado el suelo…
¿Qué germen loco explosionando en llama
tanta sangre de humanidad derrama?
La voz agarrotada en la garganta;
el corazón como si se rompiera
a cada instante; trémula la planta
y ante los tristes ojos siempre hoguera…
¡Vida de condenados, cómo espanta!
¿Y en dónde refugiarse, en qué frontera
sin nunca una amenaza, sin marasmo
para vivir con fe y más entusiasmo…
Creemos en Dios, y Dios nos abandona…
y en medio de este loco cataclismo
avanzando fatal de zona en zona,
hombres tras hombres ruedan al Abismo…
De lágrimas la tierra se corona
y, sigue atropellando el vandalismo;
sigue la cruenta lucha fratricida
cual si quisiera exterminar la Vida!…
Bastó un hombre para encender la tea
y ese hombre, semidiós, quizá verdugo;
grande emisario de una falsa idea
que hace de todo su poder un yugo,
lanza a los hombres hacia la pelea
y arrebata hasta el último mendrugo…
¿y qué importa la Humanidad doliente
a un siervo de sí mismo, a un delincuente?
¡Qué triste es ver a Francia de rodillas!
Ayer la vimos caer, sí, la hemos visto
desintegrarse en polvo a las orillas
de Dunkerque. Todo eso fue imprevisto.
Hoy besa sus cadenas y mancillas;
no se alza de ese caos ningún Cristo.
Y media Europa enferma, casi inerte
¡carne de la extorsión y de la Muerte!
Bélgica, Holanda… mártires y heroínas
yacen crucificadas a la noria
con su corona sarmental de espinas.
Nunca más angustiosa fue la Historia.
Nunca se vio sembrío tal de ruinas…
¿Y a esta locura dicen que es victoria?
¡Oh, qué avidez de sangre la de aquella
raza que deja escombros tras su huella!
¡Grecia, Polonia!… ¿Dónde queda Viena?
Templo de taumaturgos de la escala;
sabor inagotable de colmena,
visten de duelo en cambio de la gala
del Arte. Lloran sobre su cadena.
Toda esa tierra espiritual exhala
un sollozo letal. De duelo viste.
¡Nada como eso debe ser tan triste!
¿Qué pétreo corazón no se deprime
ante este tráfago de muerte intensa?
¿En dónde hay voz humana que no gime?
¿pero quién no se sobrecoge y piensa?…
Y ahora, cómo se anhela una sublime
paz ante tanto mal que da vergüenza.
Y se comprende una vez que nada
nos vale sin la Libertad amada!…
¡Quién no sintió de Francia la caída!
¡Francia, la redentora del Derecho;
la que a los hombres inyectara vida;
que hacía escudo de cada noble pecho
y regio medallón de cada herida!…
¡Francia, la heroica madre en cuyo lecho
de sangre y lágrimas se alzó fecundo
el sol de la Igualdas por sobre el Mundo!
¡Francia!… Y sentimos como un rompimiento
de raíces de ese sol que amamos tanto.
Se hizo la noche. Vino el sufrimiento
y esa madre se ahogaba entre su llanto,
crucificada, loca de tormento…
Y verla así, transida, daba espanto…
Verla nomás nos recordaba la era
del terrible Nerón de alma de fiera…
Pues, ¿qué cáncer le corrompió la entraña?
Ella, debió ceder como debía,
mas, súbito cayó ante la guadaña
del histrión alemán. Desde ese día,
desde ese triste día y de tamaña
fatalidad, ya aquel hombre no sabía
qué hacer, y en su alma ante el Dolos desnuda
como un áspid mortal se abrió la Duda…
¿Estaba la Moral desvinculada
del ser?, ¿la Fe, el Amor?, ¿por desventura
esos valores son acaso nada?
La Sociedad de arriba estaba impura;
ebria de orgasmo abandonó la espada.
Sí. La vieron histérica e insegura.
Cada hombre equivocóse de camino;
quiso ser libre y se hizo un libertino.
Cada hombre pudo bien ser un baluarte
en la calle, en la plaza y en la almena.
Qué bien con un guiñapo de estandarte
entre las uñas, se debió en la arena
morir, el corazón de parte a parte
roto antes de heredar una cadena…
¡Qué bien pudo morirse libre y bravo
como un león, antes de vivir esclavo!
Inglaterra asombrada vióse sola.
Esa águila del Norte de repente
sintióse golondrina frente a la ola
del acero infernal, pero valiente
como otra buena madre que se inmola,
sufrió el embate larga y tristemente…
No renunció un instante a su madero,
¡de cada hombre se hacía un fusilero!
Vedla atisbar bravía y altanera,
manos crispadas sin bastón ni guantes
empuñando un fusil y una bandera…
Vedla, que igual jamás la vieron antes
fuerte y ceñuda en actitud de espera.
Un anhelo febril en los semblantes;
el gesto redentor por cada agravio
y la voz ¡libertad! en cada labio…
Sólo el Dolor –hay que saberlo hermanos.
bajo su yugo y bajo su dominio,
hace el milagro de estrechar las manos.
Sólo en la Muerte y en el exterminio
nos acordamos, ¡ay! de ser humanos
y no queremos nunca el predominio
de la fuerza brutal, sólo anhelamos
vida de libres sin verdugos ni amos.
Cómo entonces en larga caravana
imploramos a Dios con tal vehemencia;
creemos recién en una soberana
potestad que nos rige la existencia,
y al ver morir la Fe como una vana
llama, nos debatimos con demencia
buscando un asidero ante el abismo
que abriéramos con nuestro propio egoísmo.
Se olvidan odios y también rencores
bajo el fuego, el azote y la amenaza.
Hermanos son vasallos y señores;
se rompe el ligamento de la raza;
tarde se reconocen los errores,
y frente a la catástrofe que arrasa,
cada hombre pone a Dios dentro del pecho
y se hace héroe en defensa del Derecho.
¿Y quién querrá el baldón y la mancilla?
¿qué hombre querrá ser sólo aditamento
del hierro? ¿cómo estarse de rodilla
frente a la torpe bota del tormento?
¿cómo morir besando la cuchilla
que mata? ¿dónde el libre pensamiento?
¿cómo aceptar la sumisión y el yugo?
¿cómo besar la mano del verdugo?
Rusia, madrugadora del Mañana
que nos amanecía ante la vista,
sufre el golpe del águila germana.
Aún contiene el alud de la conquista
de pie y llena de heridas. ¡Cuán humana
y grande en su actitud redentorista!
Y de ese nuevo Cristo en su madero
pende el ansia febril del mundo entero!
Triste martirologio ciertamente!
Todos los hombres con el mismo arrojo,
de cara a la vorágine, de frente
saben morir en medio del despojo
sirviéndose como arma hasta del diente…
¡Oh, grande y generoso Pueblo Rojo!
Por el Ideal cada hombre se hace fuerte
y en su puesto de lucha halla la Muerte!
¡Sin tregua, sin cejar, hora tras hora
con el temple común, la fuerza unida
y la misma pujanza abrumadora!
¡Cuánta sangre barbota de su herida,
mas, a pesar de todo ella no llora,
sabe bien que inmolándose la vida
la hace por redimir de sus dolores
al Mundo en lastres, lleno de impostores!…
Tal el drama de sangre y desconcierto
a que toda la Humanidad asiste.
¡Qué madre no solloza al hijo muerto
en pedazos el corazón y triste
la mirada vagando en el desierto
del adorado hogar que ya no existe!…
¡Cuántas Marías, cuántas Magdalenas
que mueren bajo un huracán de penas!
Un alarido inconsolable pasa
por cada corazón sacrificado…
Y ya el anciano inválido y sin casa;
ya el labrador sin mies y sin arado…
¡todos lo saben bien! la carne es masa
de este enrome dolor que nos es dado
como una maldición, como un castigo.
¡Hoy ya ni se perdona al enemigo!
¡Oh, la Muerte que ronda peregrina!
Está en festín acalorada y danza.
Ríos de sangre bebe la asesina
y ebria, pero insaciable siempre avanza
dejando todo lo pisado en ruina,
quemando todo brote de esperanza…
¡Qué para uso más amplio de sus manos
ha hecho un pacto con todos los tiranos!
¡Cómo estará de duelo en Nazareno
al contemplar del Mundo la tortura!
¡C+ómo estará de abandonado, lleno
el corazón de angustia y de amargura!…
El, que fue manso, que fue dulce y bueno.
El, que ayer descendiendo de la Altura
fue por pueblos, montañas y desiertos
cantando Amor y despertando a los muertos!…
Hijos del Oro el suelo han convertido
en un redil, y en vergonzosa feria
al hombre como a buey lo han sometido.
Por eso en dondequiera la Miseria
madre es del crimen. Siempre el Orbe ha sido
mercado y campo pródigo a la histeria
de pocos Césares, que siendo pocos
grandes han sido… pero han sido locos!
Primando siempre está el resentimiento.
Rechazando el perdón florece abyecta
toda venganza. No se vio un momento
de consorcio. Cada hombre en una secta
y pregonando cada cual al viento
¡luchar por una Humanidad perfecta!-
¿y después?… Adquiriendo más acerbo
la fuerza ciega que depone el Verbo.
Se pide la razón, la tienen luego
bronces y hierros… ¡Otra vez balumba!
Ante la roja tempestad del fuego
todo lo elaborado se derrumba
con terrible fragor; y ante ese riego
de sangre y lágrimas, sobre la tumba
códigos se alzan y también doctrinas
para traerlos seguidamente en ruinas.
¡Y la Vida? Monótona teoría
que tiene de verdad y de mentira,
en cuyo rededor día tras día
la Duda en medio de dos polos gira
con su nodriza la Filosofía…
¿Y la Tierra? Una escena en que se mira
nacer y perecer como veloces
nubes fatuas los hombres y los dioses…
¡Tragedia y carnaval!… ¡eso es todo!
¡Máscaras de traición en los semblantes!
¡Ahí donde está el placer, también el lodo!
¡Lubricidad de carnes lujuriantes!
¡Atavismo de ayer!… ¡El mismo modo!
¡El tiempo es tal: mañana es hoy, como antes
¡la eterna primacía en los mortales
que viven una orgía de animales!
¡Qué pequeñez del hombre cuando olvida
en la grata molicie y la licencia
los supremos valores de la Vida!
¡Que solamente por la conveniencia
se es casi un dios, acaso un homicida!
¿Quién se jacta tener una conciencia
noble como el Ideal lo pide? ¿quién
se sabe hijo de la Equidad y el Bien?
Cada hombre se hace un dios a su manera.
Quiere ser redentor hasta el pequeño
¡la miopía de siempre por doquiera!
Todo hombre se hace esclavo vil de un sueño;
blande la muerte en medio de la hoguera;
vence, se cree un coloso y se hace dueño,
y a aquel que se rebela se le pasa
por el fusil, el grillo o la mordaza…
Y tras de toda firma de armisticio
se cambia de cadenas solamente.
A los caídos arrastran al suplico;
se corona señor el delincuente;
los que vasallos fueron caen al vicio;
se coronan de pámpanos la frente
y en ese ergástulo de mil placeres
hacen hasta un burdel de la mujeres…
Y tal el cielo. Tal la eterna vía.
Así desnuda está la trayectoria
de los mortales. ¡Triste es la ironía
de esta patética y perenne historia
del mal que se repite cada día!
Y tras de tanta ruina y tanta gloria;
tras de este movimiento permanente
¿a qué ha llegado del Mundo en el presente?
¿Se despojó siquiera del egoísmo?
¿Salvóse del error y la falacia?
No. Nada hay bueno… ¡todo está lo mismo!
y para más oprobio hoy por desgracia
sierva es la ciencia del armamentismo;
le infunde más vigor, más eficacia;
bautizan por heroísmo a la demencia
y la ley más temida es la violencia!…
¡Absurdo! ¡Absurdo! ¡Negra podredumbre!
¿En dónde la Virtud y la Justicia?
Ayer el Bien era como una lumbre
y hoy que ese Bien sagrado se desquicia,
se pertura la humana muchedumbre
y es carne del ludibrio la injusticia
o se ayunta a los falsos redentores.
¡Nunca por nunca faltan impostores!
Mediante la lisonja callejera
apostatan por nimios y por viles.
A cada instante cambian de bandera;
faltos de fe y moral se hacen hostiles
¿y así? parece que la Tierra fuera
un nauseabundo nido de reptiles;
¿dónde buscar refugio? ¿dónde un credo
en que vivir se pueda sin el miedo?
¡Oh, siglo de agonía de la Creencia!
Polvo los dioses e ídolos paganos;
hoy de la Muerte cómplice la ciencia;
sin fieles ya los símbolos cristianos
y en loco anacronismo la existencia,
¿a dónde alzar los ojos y las manos?
¿qué inventar como suave paliativo
para esta triste angustia de estar vivo?
Si esto es un éxodo a una nueva vida
¿quién el Moisés en medio del camino
a enseñarnos la Tierra Prometida?…
En cada hombre que se alza un asesino
se adivina en razón de cada herida…
El Grande Redentor que otrora vino
no fue un hombre, fue Dios que se hizo masa
sin pretensión de lengua ni de raza.
Hoy bajo el atavío ensangrentado
de ruines vanidades los mortales;
la raza como norma y postulado;
sofismas mil, instintos criminales;
en alto el estandarte del pecado
y en siniestro baldón todos los males,
se asesinan en singular batalla
mientras que la Palabra calla… calla…
Poetas hay que colgado del mutismo
la palabra social por este cierzo
canicular, y han caído al servilismo…
¿Qué huelga decretaron para el verso?
¿en dónde yerra el verso, en qué ostracismo
voluntario tal vez, en qué universo?
¿Es ley quizás, en medio la jornada
dejar la lira y aceptar la espada?
Sea, pero el más sólido armamento
sabed que es la palabra, si es que es ella
fiel expresión de un noble sentimiento.
¡No es como el hierro con que se degüella!
Y la palabra es el mayor portento
con que se preconiza, canta y sella
toda verdad que se halla en el profundo
y misterioso corazón del Mundo.
Mas ¡oh! América hoy que la Guerra asoma
su rostro ensangrentado en tus riberas,
levántate, toma la espada, toma
si lo quieren así las carniceras
huestes de Tokio, de Berlín y Roma,
Confunde en una sola tus banderas;
una vez más enséñales el puño
defendiendo el Honor y tu terruño…
Fuiste herida a mansalva en el acecho
por ser leal a tu noble juramento.
Es justo protestar por que hay derecho.
Y tú que no quisiste este momento,
ceba también la fuerza, templa el pecho;
une la heroica acción al pensamiento;
no en cobarde suicidio rindas culto
al atropello, al crimen y al insulto.
Es la lucha más recia y decidida
de la ambición, el lucro y la avaricia
con los altos designios de la Vida.
Jamás la Libertad y la Justicia
han de morir en esta acometida
de furia que a la Humanidad cilicia.
¡No se podrá vender por un puñado
de monedas lo que Dios nos ha dado!
¡Tú, la que ayer surgiste de la escoria,
el yugo, el látigo y la torpe bota!
¡Tú, la que apareciste ante la Historia
-una antorcha, un puñal y una picota
y en la frente el laurel de la victoria.,
álzate nuevamente hoy que te azota
la guerra como un huracán maldito!
¡Matar verdugos… ese es tu delito!
Y América de Whitman y Chocano,
de Washington, Bolívar y Zapata…
Todos se dan sin mezquindad la mano
y van en una larga columnata
portando el pensamiento americano
del Niágara hasta el Río de la Plata,
del Este al Oeste como un estandarte
signo de la Revolución y el Arte!
Y América entusiasta se levanta
sin taxativas, sin renunciaciones,
el grito ¡libertad! en la garganta,
la Esperanza y la Fe en los corazones…
¡Hosanna! ¡Hosanna! – cada madre canta
y en glorioso latir los pabellones!…
¡Oh, proficua labor por el Mañana
de toda la Nación Americana!
¡Salve!… Se está gestando la Alborada.
¡Salve!… Los hombres libres hacen muro
de nobles pechos. Se hace barricada.
Todos están alertas al conjuro
mesiánico del Verbo y de la Espada.
¡Salve!… Se marcha cara hacia el Futuro.
¡Salve!… La Libertad vuelca su lumbre
a manera del sol sobre la cumbre.
No es rebaño ni es turba clandestina.
es un pueblo consciente que enarbola
el Bien y la Justicia en la rutina.
Es todo un Continente el que se inmola.
Le guía la Razón. Dios le ilumina
porque la vida en él es una sola,
porque de norte a sur, de polo a polo
también el Pensamiento es uno solo.
Labriegos, martilleros a la escena!
¡Mujeres, menos vanidad y arriba!
¡Qué bien todos abordan a la faena,
y esto es como una larga comitiva
de mártires cristianos a la arena
del suplicio fatal!… Y aún es más viva
esta llama de Fe que nos alienta
en medio el corazón de la tormenta…
Y ella tras la hemorragia de este duelo,
tras este baño de sudor y llanto,
de este alud de cenizas por el suelo,
de este alarido lúgubre de espanto,
puede tal vez alzar la cara al cielo
después de haber luchado tanto y tanto
para decir –Señor, ya no más guerra
y haya Fraternidad sobre la Tierra-.
Pero, ¡ay!… si ella cayera en esta racha
sería como si del firmamento
derribasen el sol a golpes de hacha.
¡Qué esperar de la Europa en rompimiento!
¡que de esa Europa histérica y borracha!
¡de qué es capaz, decid, de qué portento
si el portento mayor es romper todo
para dejarlo en llamas, sangre y lodo!
Y ¿qué nos queda entonces? ¿Qué nos queda?
¿callar los labios y doblar la frente?…
¡Luchar, luchar hasta donde se pueda,
y si es posible todo el Continente
atar, crucificar sobre la rueda
del Sacrificio, y no cobardemente
bajo la intriga ruin y el menoscabo
las armas deponer y ser esclavo!
Por el gran veredicto que hoy se porta
como única bandera redentora
para llegar al Porvenir, ¡qué importa
sacrificarlo todo! ¡Ya es la aurora
triunfal de la Igualdad!… Nos mira absorta
todo una media humanidad que llora
porque sabe que América es la tierra
que con la guerra matará a la guerra.
¡Hosanna a la que noble se levanta!
¡Hosanna a la que marcha decidida
con la voz ¡libertad! en la garganta
hacia la Muerte a defender la Vida!
¡Hosanna! ¡hosanna! cada madre canta
y en todo hay un cantar de bienvenida…
¡Oh, fecunda labor por el Mañana
del mundo en general! ¡Hosanna! ¡Hosanna!
Lima, Primavera de 1942.