¡Ay, Señor de los Milagros,
Señor de Pachacamilla!
Un repicar de campanas
inunda el cielo de Lima.

Hay un pregón de palomas
y dulces santarrositas.
Un arpegio coro de ángeles
escúchase cielo arriba.

Las viejas casas se visten
de sayas y de mantillas;
las veredas y las calles
de flores jacarandinas.

En el aire y en el alma
se hace la luz. ¡Qué alegría!
Y un raro viento de gloria
esparce fragancias místicas.

Los huertos y los jardines
a florecer se prodigan.
Hace a las rosas el éxtasis
más nobles y más divinas.

El templo de Nazarenas
más blanco que el nácar brilla,
y resplandece en la noche
como una estrella eucarística.

En los vetustos zaguanes
se arman hermosas capillas,
con alhelíes morados
y ramas de bugambilias.

El mes morado es Octubre
y son moradas las lilas;
morado el atardecer,
moradas nuestras heridas.

Por el incienso disuelta,
parece que el alma emigra
a las regiones sagradas
de que nos habla la Biblia.

¡Ay, Señor de los Milagros
Señor de Pachacamilla!
Ya invaden ríos humanos
por todas las avenidas.

¡Cohetes y cohetecillos!
¡Campanas y campanitas!
Parece que el cielo entonces
volara haciéndose trizas.

Recios los bronces derraman
sonoras tromperías.
Tal se desbordan las notas:
profundas, apocalípticas.

Entre cirios y farolas,
mudos los hombres meditan,
entre una gloria de flores,
las mujeres se persignan.

Mescolanza de colores:
piel morena, piel cobriza.
Los labios están orando,
llorando están las pupilas.

-¡No me arrempuje, oiga, usté
ni me arrempuje a la niña!
-¡Si no quieren que las topen
váyanse pa´ su casita!

Se lucen en los balcones
los mantones de Sevilla.
Los pétalos van cayendo,
como una suave llovizna.

Ir y venir. Mar humano,
mar añil, oro y ceniza.
Ahí la Virgen de la Nube.
Ahí la Santa Eucaristía.

Negras se han puesto las calles
por tanta mulatería.
El bien y el mal de abracetes
cual la rosa con la espina-

-¡Turrones de doña Pepa
con su miel ´e chancaquita;
que pruebe su paladar
lo que es la gloria mesmita!

-¿Anticuchos?, ¿Picarones?
¡Ay, qué aromillos que incitan.
ay, qué mejunjes, qué esencias
que emergen de las parrillas!

Bajo las blancas tolderas
mil viandas tan exquisitas,
desde el picante de cuyes
hasta la típica chicha.

¡Qué cosas requetebuenas
las que se ven este día:
faroles y quitasueños,
mastuerzos y margaritas!

Ya se va el Cristo Morado
calle abajo y calle arriba.
Sobre las olas humanas
flota la imagen divina.

Cataratas de colores
los castillos iluminan.
Palomas de oro se lanzan
hacia la noche infinita.

Y entre cendales de incienso,
y entre cirios que agonizan,
la sacrosanta visión
se borra en la lejanía.

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