15.
Huye de la ciudad,
al campo aduce.
Busca el romero,
el arrayán,
el lirio.
Desnúdese tu pecho
y se desnude tu corazón
de pena,
de martirio.
Néctar y miel
en el madero agreste;
caricia fresca
en la ligera brisa;
cielo en el río,
sol en lo celeste;
luz en la nieve
y en la flor, sonrisa.
El campo te cree suyo
y te hace planta.
Tienes la sensación
de ser corola que se abre
o rama de laurel que canta.
Opérase el milagro.
¡Oh, maravilla!
Tu sangre no es tu sangre:
es amapola.
Como astro, adentro,
el corazón te brilla.