Jamás yo permití
me aprisionara el yugo
o el grillete del esclavo
y, sin embargo, siento,
-¡cosa rara!-
cadenas en los pies
y aun en el alma.
Lastres indisolubles
de las eras pretéritas,
credulidades viejas,
fantasmas de papel,
ideas hueras,
supersticiones,
fábulas,
consejas.
Postulé ser un héroe,
amé ardoroso la libertad
y quebranté las leyes
y, ufano, sonreí.
Era un coloso.
¿Después?
Rodé al vacío,
al precipicio
donde ermitaños,
cínicos y reyes
rodaron arrastrando
sus cadenas.