41.
Me enamoré
-y estoy enamorado-
de una novia sin ojos
ni semblante,
descarnada,
sin forma,
una novia iracunda,
cruel,
terrible.
Una novia que enloqueció a los hombres,
que devoró mil vidas,
que, insaciable,
hizo del rico pobre,
y viceversa:
del santo un pecador,
y viceversa.
Una novia inventada
no sé cuándo;
mil veces poseída
y siempre virgen;
asesinada siempre
y siempre viva.
Vieja y nueva a la vez
por inmortal;
la única digna de mi fe,
mujer, mujer de Dios.
Mi novia es la Palabra.