VIII
Enamorado de mi valle y no otro, observo
flancos y estribaciones de montes y altozanos,
sembríos en que rigen la siega y el deshierbo,
pájaros procurándose de insectos y gusanos…
Retrospectivamente lo traigo y lo conservo
con sus alisos negros, sus guindos y manzanos…
Iluso y soñador, me estremezco y me enervo
y evoco a mis zagalas y quiero a mis paisanos…
Como su sol, ninguno; como su cielo, nada.
Yo supe allí del goce de ser libre y ser dueño
de idilios con aromas de lluvia y de majada.
Si pasas, caminante, por el valle de que hablo,
hártate de mirar el paisaje y que el sueño
te dé un manto de estrellas al pie de algún establo.