XVIII
Corre hacia el monte como ante un coloso
pisando lirios. Dentro del estero
contempla reflejarse tembloroso
como una hierba mágica un lucero.
Bufa en la tempestad. Consiste un gozo
rugir con la garganta hecha de acero
y caer manando sangre con un trozo
de luz y fuego en el testuz guerrero.
Aspira el tibio bálsamo del día.
Ama el pinao, el trébol perfumado
y la miel de la tarde en agonía.
Y, sueña que es un animal sagrado
el buey, en esta tierra, dinastía
de aldeanos cuyo cetro es el arado.