El escenario dividido en dos partes: salón de fumar y tocador que comunican entre sí mediante una puerta practicable en el tabique que los separa. Durante el desarrollo de las escenas en este acto, el tocador permanecerá en penumbra. En el salón, además del mobiliario elegante, de fino gusto, pueden colocarse cuadros de paisajes y desnudos con el fin de crear una atmósfera de señorío y modernidad. Al fondo de éste, balaústres de mármol confinando con el jardín. Puertas encortinadas y el alumbrado mediante una araña grande. Izquierda y derecha las del actor.
Berta y Narda en escena., ambas de belleza juvenil y deslumbrante. Aquella en traje de calle, fino y elegante, luciendo formas amables y fuertemente provocadoras; ésta, en sencilla indumentaria que la hace aparecer inocente y pedibunda.
BERTA.- (QUITANDOSE LOS GUANTES). Ven aquí mi pequeña Narda. Puedes arrellanarte y descansar. Hemos caminado hasta no poder, ¿verdad? La ciudad es grande y hay tantas maravillas que ver.
NARDA.- (ARRELLANANDOSE EN UN CONFORTABLE). Mi adorada Berta, qué de cosas interesantes y tentadoras. (RESOPLANDO Y ABANICANDOSE CON UNA REVISTA) Realmente la ciudad es grande, pero sus calles me han parecido demasiado estrechas.
BERTA.- (EMPOLVANDOSE). Sí, largas, estrechas y retorcidas como el alma de sus gentes…
NARDA.-Ni siquiera hay árboles. Las casas semejan esqueletos.
BERTA.- Aquí parece que odiaran toda vegetación. (ABRE LAS VENTANAS). Sólo en estos balnearios la atmósfera se hace respirable.
NARDA.- A imaginar, la vida que se lleva en ésta debe ser monótona.
BERTA.- Así es, pero hay que acostumbrarse a todo.
NARDA.- ¿Qué tiempo hace que estás fuera de Arequipa?
BERTA.- Mucho, diez años, y sin embargo, cree haber vivido el doble.
NARDA.- Te habrá costado un poco hacerse a este ambiente de velocidad y de opresión.
BERTA.- Muy poco, casi nada. Debajo del aparente aburrimiento hay un fuerte torbellino de vida. Cada día le nacen a una infinitos deseos de vivir y soñar. Un sentimiento de perpetuidad se apodera de los que entramos en este vértigo luminoso y profundo. (DE UNA PEQUEÑA VITRINA INVISIBLE EN EL ANGULO DE LA ESCENA, EXTRAE VASOS Y BOTELLAS) ¿Qué desearías tomar?
NARDA.- Lo que sea de tu agrado.
BERTA.- ¿Wisky?
NARDA.- Si te parece…
BERTA.- (SIRVE EN UNA MESILLA DEL RINCON Y TRAE DOS VASOS CON HIELO) Unos meses más, esto te hará cambiar…y quizá bastante.
NARDA.- ¿Bastante?…¿En qué forma?
BERTA.- No sé, hoy no sabría decírtelo….Brindemos…Salud…Por nuestro reencuentro…
NARDA.- Por nuestro reencuentro. (BEBEN. NARDA, DESPUES DE UN GESTO) Sabe a cosa rara, a barril, a madera…
BERTA.- A misterio. (LLENANDO DE NUEVO LOS VASOS)
NARDA.- Oh, no…Basta…Esto escuece la garganta. Debe ser matador. Te advierto que soy muy débil. De repente me mareo y…
BERTA.- ¿Con dos vasitos? Tonta. Esto abre el espíritu. Prueba otro sorbito. Celebremos este acontecimiento feliz como inesperado. Es realmente singular, qué digo, maravilloso, volver a encontrarnos después de años, muchos años. ¿Verdad, mi bella amiga?
NARDA.- En efecto, mi querida Berta. (BEBEN)
BERTA.- (SUSPIRANDO) Cómo pasa el tiempo silenciosa y vertiginosamente. Se asemeja a la muerte en su callada manera de llegar y de pasar. ¿Recuerdas cuando éramos niñas?
NARDA (EN UN TRANSPORTE) Sí. Te sujetabas las trenzas en la cabeza y llevabas siempre una flor encarnada. Eras tú la única que poseía un admirable instinto de distinción, un arte congénito.
BERTA.- Era una locuela.
NARDA.- Nos íbamos al campo, a la estancia de tus tíos. El sol nos quemaba las mejillas. Las tuyas de ponían rojas como amapolas…
BERTA.- Es verdad….Aquellos eran días….
NARDA.- No has cambiado nada. Se te ve igual.
BERTA.- ¿Igual? (RIE) No digas tonterías. Yo he cambiado mucho, radicalmente. ¿Qué sería de nostras las mujeres sin el bello auxilio de los cosméticos? (OTRA RISA). Después de cierta edad somos necesariamente artificiales…No lo digo por ti. Tú rostro terno e inmaculado como un narciso, tus ojos purísimos. ¡Eres la gloria en persona! Cuánto me alegro de verte Narda. Tú eres más joven que yo y te aconsejo conservar esa juventud que te regalan los dioses…
NARDA.- ¿Los dioses?
BERTA.- No me hagas caso, Narda. Es un decir. Así hablaba un antiguo amigo mío llamado Antonio. Escribía versos muy hermosos. Venía aquí con otros muchachos: músicos, poetas y pintores casi todos…
NARDA.- Y Antonio, ese poeta, era…
BERTA.- Era sólo un amigo y de eso no pasaba. El pobre era más tímido que un antílope y estaba siempre enamorado de su propia melancolía.
NARDA.- A no dudar buen amigo.
BERTA.- Demasiado bueno para ser hombre de nuestros días. Un amigo. Veo que le has tomado interés. Ajá. Ya caigo. Tu novio debe ser del mismo menester.
NARDA.- (RUBORIZADA) Mi querida Berta, tienes una imaginación rapidísima.
BERTA.- (RIE) Narda, mi dulce amiga. Vives todavía la edad del sueño. Debes despertar.
NARDA.- (INTRIGADA) ¿Por qué me dices eso?
BERTA.- ¿Por qué crees? (LLENA LAS COPAS)
NARDA.- Hum…Eso me hace pensar que tengo una cara tonta. Mi madre solía decir lo propio: despierta, vive, deja de soñar…
BERTA.- Por algo era tu madre. Ella conocía la realidad, esta realidad brutal que no admite sueños.
NARDA.- (SE LEVANTA) Me ahogo de calor. Me laten las sienes. Creo que…
BERTA.- Ocurrencias tuyas…Enseguida tomamos un refrescante. (EXTRAE BOTELLAS PEQUEÑAS)
NARDA.- ¿No están en casa tus criados?
BERTA.- Hoy sábado, me han pedido licencia. Querrán divertirse. La chusma de nuestro tiempo es insoportable. Hombres y mujeres se entregan a un goce de porcinos…¿Necesitabas algo?…Di con confianza.
NARDA.- No, nada, nada…(SUENA EL TIEMBRE)
BERTA.- Voy a ver. (SALE. NARDA PASEASE A LO LARGO DE LA HABITACION. ENTRAN DARIO Y BERTA)
DARIO.- Mi querida Narda…(ESTRECHANSE LAS MANOS) Celebro encontrarse por acá. Es un gran placer.
NARDA.- Oh, gracias.
DARIO.- El paraíso andante. En el luto que te envuelve, resplandeces como el alba…Oh, oh…Cualquier frase dicha al respecto, resultaría una profanación a tanta belleza. Es indefinible la emoción que experimento.
NARDA.- Darío, me acobarda Ud. con tanta galantería.
DARIO (CONTINUANDO) Hace algunas semanas te vi, ¿recuerdas? (SUSPIRA) Me fui con la sensación de haber visto de pronto un querube bajado del cielo. Oh, sí, experimenté una delicia verdaderamente paradisíaca….Hay sorpresas que no sabemos nunca agradecer a la vida que nos la depara sin nosotros quererlas. Hay también instantes en que no atinamos cómo gustar del recóndito dulzor de aquel estremecimiento de que hablan los poetas. (RIE CON GOZO). Pero, basta….Soy a veces incorregiblemente majadero cuando empiezo a desatarme en palabras. No puedo contener mis emociones. Les confieso que prefiero hablar antes de sufrir la crueldad de un silencio deprimente, desolador…La emoción del goce debemos vivirla todos, en común, entonarla como un cántico. Los que gozan en silencio y para sí solos, son unos miserables. (BERTA LLENA LOS VASOS). Narda, ¿peco de indiscreto al preguntarte por mi querido y buen amigo Marco Antonio Villar? (ALCANZA LOS VASOS).
BERTA.- Darío, eres realmente incorregible.
DARIO.- Sí. Siempre me he reprochado de lo mismo.
BERTA.- (A NARDA) Siéntate, querida.
NARDA.- Gracias, pero…
BERTA.- ¿Pero qué?
NARDA.- Es demasiado tarde. Quisiera irme. La pensión cierra temprano.
DARIO.- No, Narda, qué ocurrencia. No faltaba más. Tienes que quedarte con nosotros. Esta casa es todo paz y alegría, el pórtico del cielo.
NARDA.- Sí, comprendo…estoy muy contenta…
DARIO.- Así me gusta. Brindemos. Por ti, por Berta y por quienes viven en nuestros recuerdos. Salud. (BEBEN)
BERTA.- Narda, quieres descansar, ¿verdad?
NARDA.- No te preocupes, Berta. Estoy bien así.
DARIO.- Un poco nerviosilla, ¿cierto?
NARDA.- No, absolutamente no.
DARIO.- Oh, perdóname.
BERTA.- (SIENTASE, IMITANLA LOS OTROS) Yo sí que estoy rendidísima. (SE ESPEREZA PROVOCATIVAMENTE) Acabamos de llegar. Dimos algunas vueltas, a pie.
DARIO.- Entonces, mi presencia incomoda. De haberlo adivinado.
BERTA.- (ACREMENTE) Nada de eso. Tú me entiendes bien, y además, nada de melindrosidades por favor. Están de más los regateos, ¿o es acaso la primera vez que nos conocemos? Todo lo que sea simulación me repugna. (NARDA BAJO LOS OJOS)
DARIO.- (MIRANDO A NARDA) ¿Simulación?
BERTA.- Llámala como quieras, cortedad o lo que sea. Es lo mismo.
DARIO.- Para mí no es lo mismo,
BERTA.- ¿Y qué? ¿Vamos a embarcarnos en una discusión?…Dije que tenía cansancio pero no sueño…Quiero alegarme, matar el tiempo, eso es todo. (SE LEVANTA Y LLENA LOS VASOS) Narda, no te asustes. Es mi manera de ser: torpe, vulgar, áspera, todo lo que se te antoje, pero no engaño a nadie. Me doy como soy, a la vida, a los acontecimientos…
DARIO.- Berta, eres todo corazón.
BERTA.- Lo era. (RIENDO), ahora soy todo estómago.
DARIO.- Espléndido. Tanto mejor.
BERTA.- (ACERCANDOSE A NARDA) Mi pequeño ángel, el color se te ha ido. Estás pálida. ¿Tienes miedo?…No, no lo tengas. Hay que armarse de valor para enfrentarse a la vida a donde, según el decir, no dijimos que nos trajeran. (MIMOSA Y HUMILDE SIENTASE A LAS PLANTAS DE NARDA ACARICIANDOLE LAS MANOS). Te amo entrañablemente y tienes que perdonarme mi terquedad. El mundo me ha enseñado a ser un poco dura. Una mujer, en esta feria de hombres sañudos y miserable, tiene que luchar desesperadamente para no morir aplastad. Tú no te imaginas cómo. El hombre es fuerte y la mujer débil…No ames mi pequeña Narda. El amor es un espejismo que arrastra. En el fondo no hallarás sino un hombre oscuro, cruel y satánico persiguiéndote como una pesadilla. ¡Oh, si es para enloquecer! (LIGERA PAUSA) Te hablo con mi mejor sinceridad porque te amo, porque estás sola, como yo, indefensa, caminando entre las sombras donde asedian los zarpazos…(VIERTE ALGUNAS LAGRIMAS. DARIO SE LEVANTA, TOSE Y HACE RUIDO CON LAS BOTELLAS).
DARIO.- Vamos, Berta, ¿qué momentos son estos?
BERTA.- Oh, en verdad, parezco una chiquilla. (SE LEVANTA Y RECOBRA SU HABITUAL ARROGANCIA) Sólo a una loca se le ocurre empañar esta alegría con absurdos lloriqueos. Perdónenme.
DARIO.- (SIRVIENDO) Berta, Narda, nosotros amamos la vida. Brindemos por ella.
BERTA.- Sí, por ella.
NARDA.- Por ella. (BEBEN)
DARIO.- (EXTRAE SU PETACA E INVITA CIGARRILLOS. BERTA, FUMANDO, SE DIRIGE HACIA EL BARANDAL) La vida es igual para todos. Placer y dolor hay tanto arriba como abajo, en la luz y en la sombra…
NARDA.- (TIMIDAMENTE) Claro, placer y dolor, sin embargo, debe procurarse algo más puro y perdurable: la felicidad, por ejemplo.
DARIO.- Sí mi querida amiga, pero ¿qué haces si te dicen que la felicidad no existe?
NARDA.- Pues, simplemente: no atenerme a lo que me digan.
DARIO.- Sino buscarla. Lógico. Yo la sigo buscando y aun no la encuentro. No creo que la halle nunca.
NARDA.- Hay que buscarla adentro, en uno mismo, en el alma.
DARIO.- Oh, eso es un decir, un bello decir…poesía.
NARDA.- Haga Ud. la prueba.
DARIO.- ¿Para qué? ¿Para encontrarme al final con un puñado de cenizas? No amiga mía. La felicidad es, sin duda, cuestión de iniciados. Yo no tengo por qué afanarme en buscarla. La he perdido. Estoy en pleno desierto, azotado por cilicios, sin esperanza y sin gemidos. No hago otra cosa que encogerme de hombros y esbozar una sonrisa. (SIRVE).
NARDA.- Vivir por vivir, sin esperanza, sin punto fijo…Eso debe ser terriblemente desconsolador…Nuestra existencia está hecha para creer en algo.
DARIO.- ¿En qué? ¿En una mentira?
NARDA.- (DESOLADA) No…Yo creo en algo y no me dirá que ese algo es otra mentira.
DARIO.- Sí, el amor, otra mentira.
NARDA.- ¿Es posible que Ud. diga eso?
DARIO.- Hum…Es verdad. (SONRIE) Vamos, no te pongas grave. La gravedad es el peor enemigo con que contamos.
NARDA.- Pues, yo no lo creo así.
DARIO.- Sin embargo así es. Sólo con la sonrisa a flor de dientes, a despecho del dolor, puede uno enfrentarse a las contingencias. (BERTA VUELVE DEL BARANDAL).
BERTA.- Vamos, déjate de filosofar, que eso es peor todavía. (LLENANDO LOS VASOS)
DARIO.- Tienes razón, querida. (ALCANZANDO LO SERVIDO) Ah, de mí. Siempre pequé de demasiado desatento.
BERTA.- Y eso, siendo gran amigo de Dionisos.
DARIO.- Unico dios que me queda por destronar.
NARDA.- Para mí, no, discúlpeme. (LEVANTASE)
BERTA.- (ENERGICA) ¿Qué es esto Narda? ¿Me quieres decir que tienes miedo hasta de las cosquillas de este licorcillo inofensivo?
NARDA.- (PASANDOSE LA MANO POR LA FRENTE) Me siento mal…No puedo tenerme.
BERTA.- Déjate de triquiñuelas. Tienes que tomar.
NARDA.- Basta por favor…Te agradezco mucho….Tengo que irme.
BERTA.- (COLERICA) No te irás. Tienes que quedarte con nosotros. Lo ordeno yo.
NARDA.- (SUBITAMENTE NERVIOSA Y TRATANDO DE GANAR LA PUERTA) No, por favor, no…Les pido mil perdones.
BERTA.- (LA ALCANZA Y LA APRISIONA DE LA MUÑECA) ¡Ven aquí, mozuela engreída!…¡Siéntate!…(LA ARROJA DE UN EMPELLON EN UN CONFORTABLE. NARDA, ASUSTADA, PRORRUMPE EN LLANTO)
NARDA.- Déjame ir Berta…Te lo suplico…Tengo miedo.
BERTA.- ¡Miedo! ¡Miedo!…¡Idiota, quien te crees que soy yo!…¡Mírame bien, soy tu amiga y no una arpía!…¡Yo te enseñaré a vivir ahora que te sientes sola!…¡Yo, yo!….¡Desde hoy asumo toda la responsabilidad!…¡Por lo pronto, tienes que deshacerte de aquel mozalbete que se llama Marco! ¡Con él no te espera sino infortunio! ¡Qué infortunio: miseria, privaciones…porquería!
NARDA.- Berta…
BERTA.- Ya lo sé todo. Darío me lo ha contado….Tienes que deshacerte. ¿Me oyes?
NARDA.- Pero…
BERTA.- ¡Cállate. Estoy hablando yo! De hoy en adelante estarás a mis órdenes. Tendrás fortuna, trajes, amigos, todo, delo contrario, perecerás de hambre…
NARDA.- Pero, Berta, ¿qué significa esto?…No comprendo nada….No comprendo.
DARIO.- No te preocupes. La vida se vive o se rechaza, no se comprende…Es difícil.
BERTA.- Ahora, vamos a cenar. Darío, anda, ve a sacar mi coche. Toma las llaves. (LE EXTIENDE UN LLAVERO QUE DARIO RECIBE).
DARIO.- Voy. (MUTIS)
BERTA.- (TORNANDOSE SORPRESIVAMENTE CARIÑOSA, ARREGLANDOSE LOS CABELLOS Y LIMPIANDOSE LAS MEJILLAS) Perdóname Narda, angelito mío…Una crisis….Tú también….¡Qué tontería!…Vamos, vamos, basta ya de lágrimas. (NARDA VA SERENANDOSE) ¿Qué te preocupa ahora, cielo mío?…No pongas ese aire de fracaso. Alza la frente. Así (LE DA UN BESO) Estás divinamente hermosa…Pero ese traje. (MIRANDOLA DE PIES A CABEZA). Espera un segundito (MUTIS RAPIDO. DESDE ADENTRO) Recuerda que nosotras las mujeres a falta de talento tenemos que vencer con… ¿cómo decirte?…No sé…Pero en este caso hay que utilizar la inteligencia al servicio de la belleza, que es nuestra única arma, la más poderosa de cuantas existen… ¿Aún deseas irte?…¿A dónde, mi pequeña locuela?…No vayas a ninguna parte….Aquí estarás mejor y a salvo de las acechanzas…No olvides que ya asumí una gran responsabilidad. Ningún mal que se llame mal podrá acontecerte. Tenme confianza. (VUELVE TRAYENDO UN CHAL DE PIELES, FINISIMO COLLAR DE PERLAS Y BRAZALETES DE ORO) Mira….Una belleza sola no se advierte. Hay flores también en el pantano, pero ¿quién las coge? Nadie. Tú necesitas destacar esa gloria que llevas, deslumbrar. (LE PONE EL COLLAR Y LUEGO EL CHAL).
NARDA.- (TIMIDAMENTE) Berta, ¿qué estás haciendo de mí?….No por favor, yo no puedo.
BERTA.- ¿Qué?… ¿Quieres otra vez hacer escena? (ACABANDOLE DE COLOCAR LOS BRAZALETES) Ya está (RETROCEDE PARA MIRARLA MEJOR) ¡Oh, magnífico! ¡Perfecto! ¡Has quedado divinamente subyugadora! ¡Te juro que si estuviésemos en un país de reyes y de príncipes, pronto los tendrías esclavos a tus pies! (NARDA BRUSCAMENTE SE ARRANCA EL COLLAR, EL CHAL Y LAS ESCLAVAS Y LOS TIRA ANTE LAS PLANTAS DE BERTA. LUEGO CORRE HACIA LA PUERTA. DARIO APARECE EN ELLA. BERTA PRORRUMPE EN UNA CARCAJADA).No, no podrás querida. Eres mías, absolutamente mía.
Telón