Es el Castellano
un divino idioma.
Tiene resonancias
de oro y de cristal.
Era con Berceo
colmenar sonoro.
Adquirió en Manrique
fuerza torrencial.
Se hizo con Cervantes
una sinfonía
y un rico tesoro
con brillos de sol.
Y con Garcilaso
degustó dulzura
de miel y de flauta
y aroma de flor.
Fue incienso dulcísimo
que llegó hasta Dios
a través del cántico
de Luis de León.
Con Santa Teresa
fue estrella sagrada
engastada dentro
de su corazón.
Esplendor de templo
soberbio y magnífico,
adquirió en los labios
de Góngora Luis.
Mortal como espada,
mortal cual veneno,
fue cuando Quevedo
lo tuvo para él.
Con Bécquer fue música
de ángeles heridos
que el alma llegaba
suscitando amor.
Con Rubén Darío
se hizo un reino mágico
de locos diamantes
y perlas en flor.
Con José Martí
se vistió de pétalos.
Y cisnes brillantes
iban en pos de él.
Gracias y picardía
confirióle Palma.
Frase que vertía
era espina y miel.
Oh, lengua divina,
lengua de Castilla,
duro cual diamante,
frágil como flor.
Más fuerte que el rayo
cuando la ira le hace
rugir en las cumbres
igual que al león.
Más suave que seda
cuando la ternura
le brinda sus fluidos
de luz celestial.
Néctar que transporta
el reino del éxtasis
cuando le abre el seno,
temblando, el amor.
Mar, montaña o bosque,
vendaval o trueno,
oro, plata o hierro,
todo…todo es.