Mes de Diciembre lleno de luces y alegrías,
de noches encantadas y bulliciosos días,
de árboles que florecen oros en sus ramajes,
de campos que se visten de floridos paisajes,
de palomas que arrullan, de errantes golondrinas,
de céspedes que enhebran mil gemas cristalinas,
mes en que nuestros pechos se colman de ilusiones
y vuelan nuestras almas por extrañas regiones
y tornan a la tierra empapadas de estrellas…
¡Mes cálido y profundo de evocaciones bellas!
Tocan a nuestras puertas los días navideños
poblando nuestro espíritu de bíblicos ensueños.
Soñamos, al conjuro de los bronces divinos,
las calles de Belén, sus huertos y caminos,
los pastores que llegan guiados por el lucero
hacia el pesebre en busca del Sublime Cordero,
los Reyes Magos sobre sus insomnes caballos
llevando incienso y mirra, y en sus ojos destellos
de un amor misterioso … Maravillosos días
de aromas inefables y hechizas salmodías.
En cada corazón arde un raro deseo.
Soñamos que Papa Noel en su trineo
nos trae el más ansiado regalo del Señor;
un trompo, una estrellita, un címbalo, una flor …
Las calles y las tiendas visten de fantasía.
Todo tiene un extraño dulzor. Hay una orgía
de luces y colores. Los árboles pascuales
constélanse de mágicos brillores de cristales.
Un invisible río de gloria nos inunda
y el alma se ilumina de hermosa luz profunda.
Diciembre es como un ángel heráldico. Nos llega
perfumado de cielo, y a toda mano riega
ternuras, ilusiones, suspiros, ansiedades…
Nos trae los recuerdos de todas las edades:
la Antigua, la Edad Media, zagales, peregrinos,
mártires, reyes magos y santos rafaelinos…
Un milagroso heraldo que endulza hasta el dolor.
Su túnica es de lumbre y su espada es de amor.
Mes de Diciembre, efluvio de rosas y jazmines
con un cielo invadido de blancos serafines…