59.

Y me gustaba madrugar
de veras;
ir al establo
justo en el ordeño
y saborear la leche
en las tolveras,
o sentarme al fogón
cerca del leño. Mis primas:
pecho núbil
y caderas en flor
-porongo frágil y sedeño-,
llevábanme a las parvas
de las eras
a completar
la intimidad del sueño.

¡Ah, qué vivir!
Apenas la gallada a puro canto
estremecía el suelo,
morada afuera a retozar se dijo.

Plegaria de ángeles
las campanadas del templo
y en mi corazón
el cielo hervía de estrellas
bajo el Crucifijo.

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