22.

El hombre tiene sed
¡qué sed maldita!
Sed de ser dios.
Adentro,
tiene un fuego que lo enloquece.
Y arde.
Es infinita su sed.
El hombre es monstruo,
y monstruo ciego.

Corre a lo largo de la Tierra,
grita, blasfema, se desgarra,
no oye el ruego de Dios
que dentro el corazón le habita:
víctima impropia
de su impropio juego.

¿Qué tiene el hombre?
¿Qué pasión oscura genera
tempestades en su entraña?
¿Cuál es la causa,
oh, Dios,
de su locura?

Y, si le queda algún altar,
celebra cultos en él al diablo
y su guadaña…
¡Ay, Hombre-Dios
con alma de culebra!

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