VII
Hálleme el alba al borde del fragante sembrío,
gustando del concierto del zorzal y el jilguero.
Corran como caballos mis ansias tras el río
y aprisionen celajes al fondo del estero…
¡El campo!…¡El campo!…¡Cómo me apasiona el bajío!
Aún vive en mis recintos el viejo chacarero…
Recuerdo con ternura las escarchas del frío
quebrándose en mis huellas con chispas de lucero…
El guindo y el aliso…La malva y la retama…
Mi niñez: dulce estampa. Mi juventud: traviesa
página de novela que guarda el panorama.
Colores: azulencas montañas, terracota
sobre las tejas, niebla sutil, y la tristeza
del amor que del alma con las lágrimas brota…