XXIX
¿Qué bastará para alcanzar mi dicha?
¿El palacio o la oscura buhardilla?
¿El huerto que perfuman los azahares?
¿El cantar de las aves?
¿Qué bastará para alcanzar mi dicha?
Una cosa pequeña, pequeñita:
mi conciencia tranquila.
Las cosas se renuevan en sus formas.
Las rosas que Epicuro
gozó en los huertos áticos,
las mismas son …las que amo;
serán las mismas a través de siglos,
renovándose siempre,
por su esencia infinita… por su espíritu.
Oh Dios, dueño absoluto:
gracias por esta vida que me prestas,
por la luz, por el aire, por la hierba,
por todo lo divino que me alcanzas,
por la sangre en las venas,
por el bello sistema de los órganos,.
por la función vital,
por el rayo de luz que me atraviesa,
por todo lo sublime que tú has puesto
al solo alcance de mis torpes manos.