XXXIV
Renuévate oh profunda voz que en mi ser habitas.
Asista yo otra vez a tus eólicas fiestas.
Dancen en la pradera, coronadas las testas,
los traviesos Cupidos, las dulces Afroditas…
Deguste yo tus formas más puras e inauditas.
Vuelva al valle divino y a la sacra floresta.
Por el véspero de oro que el otoño me presta,
quiero escalar tus cimas y rutas infinitas…
Enséñame la entraña de la propia armonía.
Tus recintos sonoros me ofrezcan sus joyeles
y vuelva plena mi ánfora de almíbares y mieles.
Haz gozosa en la tierra mi torpe travesía.
Estén pobladas siempre mis noches de visiones
y escuche arpas cerúleas de seráficos sones…