I
Pasa silenciosa
dejando sólo el vago perfume de su cuerpo;
me parece que es ella de violetas un huerto
y, enfermo de aroma
yo la sigo a escondidas como se sigue un rayo
y cuando entre las sombras se confunde, lo que hago
es aspirar toda
la olorosa fragancia que deja en los senderos.
II
Contempla los confines,
en ellos sus pupilas clava profundamente,
y a donde miro, veo sus ojos esplendentes
cual astros de zafir;
cegado de locura, vuelvo a mirarla apenas
y , hallo en sus limpios ojos las regiones etéreas
magníficas lucir
que no sé, ciertamente, dónde se encuentra el cielo.