¡Qué noches amargas! ¡Qué frígidos días!
Ya en medio de todas mis horas sombrías
que tristes y lentas se atreven pasar,
el llanto he agotado buscando en mi duelo
con ansias supremas olvido y consuelo
por dar muerte eterna a mi cruento pesar.
Mas es imposible acabar la amargura
que férrea y candente la vida tortura
tronchando el deseo feliz de morir…
Y no hay otra muerte más bárbara y fiera
que aquella que mata sin que el cuerpo muera
y ahonda en el pecho el dolor de sufrir.