Yergue su cuerpo voluptuosamente.
Se adhiere contra el árbol con recato
y entre los dos se entabla un pugilato
de garfios, de zarcillos, de serpientes.
Al fin se instala en triunfo y se constela
de floración nupcial, de rosa y malva.
Dentro destílase la miel del alba
y en cápsulas doradas se aurimela.
La más almibarada de las flores
la suya; pues, la abeja la perfora;
taládranle esmeraldos picaflores.
Grana en ovas después de un ámbar tierno
y el zumo agraz –que es zumo que atesora-
tiene un magnético dulzor de infierno.