IV
Desvanecióse de pronto – como una estrella en el alba
Lloraron hierbas y ríos – el zorzal y la torcaza
Moguer, vestido de invierno –bajo los ñorbos lloraba.
Temblaban de Platerillo – los huesos dentro del agua.
Las penas, como saetas – llovieron por toda España.
En el aire sollozaban – el Genil, el Guadarrama.
La vega vistió de andrajos – Y en las torres del Alcázar,
lloró el crepúsculo anciano -desde Toledo a la Alhambra.
Toda Espala estaba herida – también herida la flauta.
La guitarra, el gitanillo – muertos al pie de la danza.
V
Pero no… Que no mueren la luz ni la palabra.
Y Juan Ramón volvió sonando como el oro,
seguido del rabel y el caracol.
Ascendió por las gradas de Júpiter al cielo.
Se coronó la frente de lirios y amapolas,
Llevó en la diestra un búcaro de luz.
¡Ahora sí levanten los ríos sus trompetas!
¡Pulsen sus liras eólicas los vientos que siguieron
sus huellas de profeta y de juglar!
¡Glorifícate España, con la proeza máxima
del hijo de Apolo en la núbil Cantabria!
¡Y lávate las llagas con su amor!