III
Alégrate, alma mía, pincela, canta, escribe,
besa las rosas varias de tu pequeño huerto:
tírate sobre el césped, cara al sol, y recibe
sus rayos, pues el gozo que sientes hoy es cierto.
Deja por un instante tus anaqueles, vive,
celebra el ofertorio del campo y el desierto.
La piedra reverbera de luz. Canta el aljibe.
Entre el cielo y la tierra hay color y concierto.
Alégrate, alma mía, vibra, salta, retoza.
Deshójale los pétalos a la encarnada rosa.
Bebe el agua purísima que te ofrece el breñal.
Esta emoción recóndita te ha renovado entera.
¿Qué ha pasado, alma mía? Es la divina hoguera,
el ardor de los astros, el amor celestial.