XIV
INCOGNITA
Acércate, hermano. Detente. El camino
jamás tiene término. Reposa un momento.
Toma los mendrugos de mi pan mezquino;
bebe mi agua fresca, que te alivie el viento.
Por haber pecado yo también me arruino.
Hoy alzo los ojos hacia el firmamento.
Tras los astros, dicen, hay un ser divino
que lo estoy buscando con mi sufrimiento.
Habla. ¿Qué hay de cierto? Dime que lo has visto.
¿Es Confucio o Buda? ¿Es Mahoma o Cristo?
Yo también deseo verlo alguna vez.
Y el hermano inclina la frente y sentencia:
Lo tienes contigo, dentro en tu conciencia.
Lo sientes y le oyes, aunque no le ves.