Hoy visité el taller de Ccosi Salas
y me quedé, al momento, deslumbrado
con los bronces, los yesos,
las piedras, las arcillas…
Con devoción profunda he contemplado
los grupos mitológicos con alas,
las líneas caprichosas y aderezos
de tantas formas, tantas maravillas…

Este indio, colosal, este indio artista,
es, en verdad, un mago… Hay en sus manos
poderes misteriosos;
pues del Perú escrutando los arcanos,
nos hace ver, nos pone ante la vista,
Inkas, Amautas, príncipes, colosos,
pallas, sacerdotisas… estupenda
procesión de la historia y la leyenda…

Este antiguo discípulo de Tello,
a través de la ciencia arqueologal,
usando extraños prismas
y lámparas de mágico destello,
se ha sumergido en la época ancestral,
en el polvo sagrado de las ruinas,
en las hondas marismas,
y ha rescatado, vigorosamente,
la geometría rara y esplendente
de aymaras, de chicamas, de puquinas.

Usando sortilegios de hechicero
-sabiduría astral- y singulares
cualidades de brujo,
fue a profanar las huacas y lugares
y rescató un venero
de ricas piedras, esas que produjo
con maestría cabal,
la raza quechua, raza colosal…

Qué fuerza, qué expresión en Manko Kapa,
en Waskar, en Naylamp, en esos seres
fantásticos del mito;
y, al revés, qué dulzura en sus mujeres,
qué languidez que impone en el granito…
El escultor atrapa
la fuerza del delirio y la convierte
en arrullo, en paloma…
Allí, sobreponiéndose a la muerte,
la hermosa Capullana
como una flor sacral que se desploma
con un dulzor de ayrampo y de achirana…

Surge la plasmación con un encanto
conmovedor, con ritmos musicales,
en graves willacumas,
en el alado manto
de vírgenes solares, en los pumas,
los búhos y conopas ancestrales,
en los huacos-retratos;
emerge el arte en vértigo divino
cambiando líneas, derivando estratos,
ya en el maíz tribal, ya en el felino,
ya en la carne desnuda en terracota
con altos pectorales de gaviota…

Este escultor nos trae la epopeya
de un mundo no descrito
por Góngoras ni Ercillas…
Y al golpear el granito,
yo sé que funde en él rayos de estrella,
yo sé que hacer gemir a las arcillas,
sé que a las tempestades petrifica
cuando modela el músculo y el nervio
de la región Mochica,
del Cusco altivo, del Chimú soberbio…

Magnífico alfarero, ceramista
genial, y tallador… Nada le arredra.
El mismo es una piedra,
piedra vital que un viejo fuego anima,
el fuego pasional del gran artista
que erigió Tiawanaco y Macho Picho,
piedra sacerdotal que se sublima,
que se hace resplandor, plegaria, ruego
y tórnase en estatua y en capricho
dormido en piedra habiendo sido fuego…

Así este Ccosi Salas,
febril y alucinado, se desliza
en su pequeño mundo, un laberinto
de espátulas, cinceles, reglas, palas
fundiendo vida al polvo y la ceniza…
Qué devoción, qué rapidez, qué instinto
cuando copia o modela
o traza semicírculos y líneas
en los informes barros que, en seguida,
transmígrase en gacela
o en figuras broncíneas
con recia y dúctil ilusión de vida…

Amigo Ccosi, el arte es el desvelo
cruel y gozoso de que gusta el alma
para alcanzar del cielo
el lauro de oro y la fulgente palma…

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