VI
Días de infinita placidez. Oh meses
de barbecho y siembra y florescencia gualda.
Los borricos iban cargando a la espalda
tercios de tubérculos o parvas de mieses.

Moría el crepúsculo entre livideces
de rosa y jacinto, de azul y esmeralda.
Muslo de muchachas, dentro de la falda,
al aire insinuaban suaves morbideces.

Roncos misereres ensayaba el toro.
Vibraba el cordero su pífano de oro.
Gemía, doliente, la fuente cercana.

Después un silencio de violetas muertas.
Exhalaban tibias fragancias las huertas…
¡Días de infinita placidez serrana!

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