VI
Que me prestes, Sor Juana, yo querría
tu lira de oro de sutil sonido
para decir, a quien me tiene herido
de ardiente amor, la voz del alma mía.
Le quiero devolver en armonía
la vida que me dio; pues he vivido
siempre de amor altísimo transido
en éxtasis de noche, ebrio de día.
Le quiero enviar mis otoñales rosas
de lágrimas rociadas, y olorosas
del celestial aroma que él me diera.
Pues si manchó el pecado mi pureza,
me redimí llorando mi tristeza…
¡Dolor purificó mi alma en su hoguera!