Aéreas, vaporosas maquinarias
se instalan en las cimas. Rojos rayos
pican como águilas imaginarias
las sombras. Dentro un ruido de caballos.
Primero un deleitoso mar de malva,
luego un rosa de sueño –tenue velo-
va deslizándose a los pies del alba
y ésta surge desnuda, allá en el cielo.
Por randas y pendientes de las lomas
ruedan anillos, espirales gualda,
hostia de luz, plumones de palomas.
Luego un himno lejano, un coro extraño
piérdese por los lagos de esmeralda
teñiendo liras órficas de estaño.

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