Casas malabaristas jugando al borde mismo
de las abiertas fauces del abismo.

Saltando desde el cielo,
quieren trepar a los altos murallones del cielo;
en su afán obsesivo se han quebrado los huesos
entre los negros pinos y cantuesos.

Sus ventanas insomnes se abren de tanto en tanto
parpadeando de espanto.

Son casas temerarias ardiendo en el deseo
de sentir el mareo;
águilas que algún mago, disponiendo en hileras,
petrificó de veras.

Al murmurar entre ellas,
parece que conversan con Dios y las estrellas.

Moradas megalíticas con vocación de vuelo,
se quedaron en la mitad del cielo;
hoy viven con las alas truncadas y en sosiego
con la frente quemada por el fuego,
mientras les van creciendo entre los flancos
geranios –sangre viva- y jaramillos blancos.

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