XI
Dame a cantar nomás. Que me liberes
de la urbe bulliciosa y me traslades
fuera del templo de los mercaderes
al reino de las vastas soledades.
Allí me vea libre de placeres,
de orgullo, de ambición, de iniquidades…
Sienta en las fuentes risas de mujeres
y tenga alondra y mirlo de cofrades…
Gravite yo sobre la esencia misma
del ser supremo que se multiplica
como la luz atravesando el prisma…
Sienta la voz profunda del misterio,
la voz liberadora que erradica
la angustia del terrestre ministerio.