Título: EL SECRETO DEL CÓNDOR
Autor: JOHNNY MARX CACERES VARGAS – Seudónimo: Kryscros

Johnny Marx Cáceres Vargas es músico compositor y escritor empírico. Le gusta escribir preferentemente metáforas e historias cortas, la gran mayoría las realiza mientras viaja. Es del distrito de José Luis Bustamante y Rivero, de Arequipa.

EL SECRETO DEL CÓNDOR
El Inca, mientras atravesaba las praderas montañosas y observaba los accidentados campos de sembríos, escuchó un sonido sordo que lo hizo voltear rápidamente, vio como un ser gigante se acercaba a él por los aires, inmediatamente el inca se lanzó al suelo por acto reflejo y este pasó sobre él, sintió una ráfaga de viento sobre su cuerpo erizado, era el gran y majestuoso «cóndor» quien elegantemente se deslizaba por los aires sin hacer movimiento alguno. Continuó su vuelo a través de una quebrada y luego subió a la cima haciendo giros en espiral por los aires, el inca le observó y pensó: – tengo que pedirle a él también su consejo, y comenzó a caminar siguiéndole.
Luego de mucho esfuerzo llegó a la entrada de la gruta que era el hogar del cóndor y se dio cuenta que era amplia, grande y oscura, todo estaba en silencio y él se acercó lenta y sigilosamente… De pronto vio un par de luces al fondo que brillaban como linternas y un chillido lo ensordeció a la vez que una ráfaga de viento le hizo retroceder y agazaparse, era el cóndor, quien salió a su encuentro volando verticalmente con las garras al frente y agitando sus alas, -¡Señor perdón!-dijo el inca, – los apus me enviaron a que le hiciera una pregunta, no quise ofenderlo con mi presencia, sólo necesito su consejo.
El cóndor seguía quieto, inmutable ante las palabras de su interlocutor, bajó la cabeza un poco cerrando los ojos como para darle un poco de serenidad a su inesperado invitado y dijo: -Debo admitir que fuiste muy valiente en venir hasta aquí sólo por un consejo, disculpa mi recibimiento; pero es que no suelo tener visitas muy frecuentemente y menos aún de humanos –. Dicho esto, el cóndor abrió un poco sus alas y comenzó a caminar dando pequeños saltos, ¡Sígueme! -le dijo- Está cayendo la noche y hoy serás mi invitado. Luego se introdujo en la cueva y el inca le siguió dubitativo y en silencio.
El inca saludó con una venia y la pareja del cóndor respondió cerrando los ojos y acurrucando a su polluelos – ¿Sabes? – dijo el cóndor,- el consejo que te daré es muy extenso y sencillo a la vez, porque es una historia… mi historia y me tomará tiempo narrártela, acomódate y luego descansaremos. Dicho esto, el inca se sentó frente al nido, se envolvió en su poncho y puso toda su atención en el cóndor que ya estaba dentro de su nido, junto a sus polluelos y su pareja.
Era temporada de lluvias cuando llegamos a estas tierras junto a mi pareja, pues queríamos formar nuestro hogar aquí. Escogimos un bosque muy frondoso, lleno de mucha vegetación y toda clase de animales, puesto que somos muy grandes en relación a las demás aves; hicimos un gran nido en la copa de un árbol y prácticamente lo abarcamos por completo, yo lo construí con toda clase de materiales, ramas, hojas, palos, plumas, musgo, etc., trabajé tanto de día como de noche sin escatimar tiempo y esfuerzo, siempre entusiasmado porque allí viviría mi familia y este sería nuestro hogar; lo adapté para que en temporada de lluvias no se moje ni inunde, calculé hasta el mínimo detalle para que mis polluelos pudieran vivir cómodamente y seguros en él, aún no teníamos prole pero ya estábamos realizando los preparativos para su llegada.
Pasado un tiempo llegó la primavera y junto con ella nacieron mis vástagos, nuestros hijos y nuestro hogar estuvo completo al fin. Un día llego un gallinazo, dijo que era pariente nuestra, era un ave algo parecida a nosotros, no era tan grande; pero se relacionó con nuestra especie. A mi particularmente no me agradó desde un principio porque se notaba que no era muy sincera; pero mi pareja la recibía y conversaba mucho con ella, pues decía que le caía bien y se hizo su amiga, le hacía compañía cuando yo salía a buscar alimentos más luego empecé a realizar viajes más largos y me tomaba varios días en retornar con la comida.
Un día cuando regresé noté que habían algunos cambios en el nido, yo lo diseñe para que fuera seguro y confortable más pensé que los cambios eran para bien y no le di mucha importancia; no me percaté que esos cambios estaban afectando la estructura de nuestro nido y sin que ella lo notara esas «aparentes mejoras» estaban mellando la estructura principal de nuestro hogar, los malos consejos por parte de ésta, terminarían por destruir lo que nos tomó mucho esfuerzo en construir, al final el nido cedió y se desplomo, junto con el cayó al vacío toda mi familia y salimos dañados todos excepto ese gallinazo que sólo se limitó a observar.
Luego de eso, tuvimos que arreglárnosla para poder sobrevivir, fueron tiempos muy penosos; pero al final nos sobrepusimos y lo superamos, migramos a tierras más altas donde nadie pudiera hacernos daño y donde ningún gallinazo pudiera llegar. Entendí entonces que «la envidia no quiere lo poco o mucho que uno tiene; sino que quiere que lo pierdas», porque un ser infeliz se complace «solo» cuando ve que los demás son más infelices que él, es su única alegría.
Esa es mi historia y este es mi consejo: «si quieres formar un imperio, fúndalo en las alturas y constrúyelo de inmensas rocas para que ni el tiempo mismo pueda destruirlo».

Ese mismo día reunió a la gente de pueblos aledaños, subió a ese cerro, fundó su imperio y comenzó a construir una ciudad con rocas gigantes a la que llamó «la ciudad sagrada de los incas Machu Picchu»
Luego siguiendo los consejos que le dieron los animales, llegó a la conclusión que ninguna sociedad, familia o imperio podría mantenerse en pie si existe el engaño, el fraude o la mentira de por medio y proclamó como primera norma sagrada el «Ama Llulla» (no seas mentiroso). Siguió pensando y entendió que no hay bien más preciado que el tiempo, pues todo se logra en base al mismo, y hurtar cualquier cosa ganada con esfuerzo es robar el tiempo de los demás, entonces proclamó el «Ama Sua» (no seas ladrón). Por último, comprendió que la mayor causa de todos los vicios era la ociosidad y proclamó «Ama Quella» (no seas ocioso). Se impuso estas normas sagradas y se cumplieron desde un inicio dando como resultado una sociedad próspera y poderosa, a la que se le conoció como el «gran imperio inca del Tahuantinsuyo».

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