Título: EL PADRE INTERESADO
Autor: JUAN GELIN JIMÉNEZ BARRANZUELA – Seudónimo: Señor Futuro

Juan Jiménez es licenciado en periodismo de la hoy Universidad Jaime Bausate y Mesa. Conductor radial del programa educativo, cultural y deportivo En Vida, en Chulucanas, Morropón, Piura.

EL PADRE INTERESADO

¡Mama, hablarte quiero!

Más tarde, chacha, ¡termina de moler el maíz pa los tamales!

Lucinda, una hermosísima mujer, hija única de la unión entre Luciana Peña y Lorenzo Castaño.

Lucinda siempre fue tímida y sumisa ante las órdenes y cumplimientos de sus deberes hogareños, impuestos por su madre Gertrudis, amén del carácter y rigor de su padre Lorenzo.

Fue a la escuela sólo para terminar la primaria, siempre fue impedida de opinar sobre temas en asuntos importantes, en su casa.

Un buen día, llena con valor y rezando a las mil vírgenes para que su madre no la cogiera a vetazos por su confesión, se animó acercarse y pedirle hablar con ella.

¡Mama, hablarte quiero!

¡Calla, chacha! Termina pronto de planchar, más rato hablamos.

¡Mama, estoy preñada!

Queeeeé? Y, ¿quién fue el mal parido que te preñó?

¡Ay, mama! ¡Mañana viene pa reglar!

Llena de rabia y con las ansías de poder dar la infortunada noticia a Lorenzo, recriminó:

Agora qué le digo al Lorenzo, de juro te medio mata!

Llegado el momento, le confesó a su amado.

¡Ay, Carajo! ¿Y, quien jue ese valiente pucta?

No ha dicho, pero ¡mañana llega pa reglar!

¡Ta, bien! Dijo resignado Lorenzo, planeó y le explicó su estrategia a Luciana:
Cuando llegue, tú lo atiendes, yo estaré en el cuarto, ¡con la escopeta re cargadita!, si se niega reconocer a ni nieto o quiere burlarse de mi Lucinda, ¡le vacío todita la munición…!

Cuatro en punto del día siguiente, sonaron en la puerta.

¿Señora, usted es Luciana?

Sí, señorito. Pase.

Señora, yo soy Víctor Huamán, dijo un joven blanco, bien vestido y con su camioneta moderna, estacionada frente a la casa.

Vengo a decirle que, yo seré padre del hijo que tendrá mi amor, Lucinda. Nos casamos el fin de mes, mientras tanto, esta casa de tabique la haré desarmar y construiré una con ladrillos.

En el interior de la habitación y abrazando su escopeta, Lorenzo escuchaba muy atento lo que pretendía el interlocutor de Gertrudis y futuro yerno.

Así será, señorito. ¡Como usted, diga!

Vea señora, si nace mujer, le deposito a nombre suyo, mil dólares para que usted se compre lo que quiera y…si nace hombre, le compraré al marido suyo, un camión para que cargue su cosecha y venda el burro, la carreta y su caballo.
¡Ay, amor! Que gueno que eres! Dijo Lucinda, emocionada.

Pero amor! Y, si…muero dando a luz, ¿igual le cumplirías a mis papás?

Ah, sí mueres, la cosa cambia.

Irrumpiendo la conversación, Lorenzo salió del cuarto, con escopeta entre manos gritó amenazante:

¡Ah, no Carajo! ¡Aquí nada cambia!

Si mi Lucinda se muere, no sé qué mierda haces, pero tú, la vuelves a preñar.

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