¡Ay, tus ciegas pupilas, ay tu frente
en solsticios de sangre, cielo muerto!
Tu lengua irá como un metal caliente
a caer manando miel en cada huerto.

Ya acuden como ciervas a una fuente
las nubes a tu corazón abierto,
¡ay que catástrofe en tu luz silente!
¿Qué lirio crecerá en tu cuerpo yerto?

Hoy te sé amar. Amo tu cabellera
de bruñido zagal, tu verde ojera,
golfo de violetas donde crece
la noche como un ángel pensativo,
amo tu boca en donde el sol cautivo
como un sagrado pájaro, perece.

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