Ahora la soledad llora al marido
difunto, el sueño, del silencio a orillas.
El copo de cristal de sus mejillas
en cauce de aguamiel es derretido.

Tierno pastor el viento ha anochecido
con la melena ardiendo de gavillas.
Llora con voz de vidrio. Sus rodillas
lilas y asfódelos han florecido.

¡Oh, soledad tu pecho yace abierto
a manera de tumba! En ti el desierto
ya comenzó a beberte como un ciervo.

En tu cabeza de zafir se posa
la noche, y tiembla como un dulce cuervo
y, tiene el corazón, ya hecho de rosa.

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